Curas de humildad

Curas de humildad

Llucia Ramis / La Vanguardia / 17 Nov 2018

Permitan que hable de mí para hablar de otras cosas. El otro día, en el programa radiofónico Els Experts, de iCat, me hicieron una entrevista a ciegas. La cantautora Núria Graham entró en el estudio con los ojos vendados, preguntó algunas cosas, se quitó la venda, y seguía sin saber quién era yo. “Es la primera vez que oigo tu nombre”, confesó en directo. Habría sido una cura de humildad si no estuviera ya curada de espantos, creyera que nos leen más de cinco mil personas, no hubiera ido a presentaciones en las que sólo éramos dos en el público, o ignorara que la atomización cultural provoca que nos movamos en círculos reducidos; no únicamente de escritores con escritores y músicos con músicos, también entre gente de nuestra generación y poco más.

Lo constato el miércoles en La Central, que se llena de jóvenes sofisticados para escuchar a la poeta Luna Miguel. Con veintiocho años, ha publicado su primera novela, El funeral de Lolita .Y le cuenta a Laura Fernández y Eudald Espluga que el tema le obsesiona “desde la edad en la que notas cómo te miran los amigos de tus padres”. En el libro, “muy sexual, muy animal”, según Fernández, la protagonista, recién treintañera, se entera de la muerte del profesor que le descubrió la literatura, que le fascinó y del que acabó independizándose como lectora. Mientras viaja, ella entiende –apunta Espluga– que será el último funeral al que asistirá como Lolita.

Entre el público hay madres con piercings y el pelo lila, un ni- ño me ofrece su galleta de arroz. Está la agente Txell Torrent, Albert Puigdueta, también Antonio J. Rodríguez, pareja de la autora y editor de la digital PlayGround. Fue precisamente en PlayGround donde la nueva directora de Lumen, María Fasce, leyó un relato de Miguel, a partir del cual le propondría desarrollarlo y convertirlo en la novela que ahora se presenta. En la cubierta aparece ella misma. También aparece en la de Querido diario, de Lesley Arfin, publicado por Alpha Decay en el 2010. A los de mi generación solo nos viene a la cabeza otra autora que protagonice la portada de sus libros (pero no de los demás), y es Amélie Nothomb, que juega con su yo potentísimo. Quienes crecieron con Instagram, en cambio, ya están acostumbrados a que los influencers se muestren desde el título.

A otros les cuesta desmarcarse de su propia biografía, como es el caso de Marta Orriols. En algunas entrevistas le preguntan más por su vida que por Aprender a hablar con las plantas, de la que trata el club de lectura en la Casa Usher. Cuenta que, tras publicar Anatomia de les distàncies curtes en Periscopi, la entonces editora de Lumen, Silvia Querini –sentada en primera fila– le recomendó Nora Webster, de Colm Tóibín, y la animó a que hiciera una novela. Y eso hizo. La protagonista tiene un trabajo con el que le parece controlar la muerte (es neonatóloga). Pero le costará asumir la de su marido en un accidente, justo después de que acabe de dejarla. El mundo se volverá irreconocible, incomprensible para ella. Y en su desorientación, surgirá el instinto de supervivencia.

El ciclo En nom propi tiene como objetivo, no que vayas a hablar de tu libro, sino que lo hagas de la persona que te acompaña. Así, Ignacio Martínez de Pisón tuvo que convencer al público de que leyera a David Trueba y viceversa. Jorge Herralde elogió el trabajo de la actual editora de Anagrama, Silvia Sesé, mientras que ella loaba el del fundador del sello casi hace cincuenta años. En la Calders, Robert Juan-Cantavella y Jorge Carrión se disponen a hacer lo mismo, moderados por Jordi Nopca, que los ha llamado púgiles. Pero Carrión lo entendió mal, y da siete razones para no leer a Juan-Cantavella. “Ahora entiendo por qué insistías en que empezara yo”, replica el otro tras haber alabado Los muertos, Librerías y Barcelona. Libro de los pasajes.

Razones para no leer a JuanCantavella, según Carrión: porque es capaz de equiparar a Frank Sinatra y Luis Aguilé cantando Nadie me quita mis vacaciones en Castellón; porque en su crónica sobre Marina d’Or se apropia del periodismo gonzo de Hunter S. Thompson y lo convierte en periodismo punk; porque mezcla la literatura con el

cómic y los videojuegos; porque la auténtica literatura no puede ser bastarda, mestiza, iconoclasta, desconcertante y sexy como la suya; porque no cree en la verdad y se carga la verosimilitud; porque quiere problematizar con el lenguaje; porque en Nadia incorpora arte contemporáneo, postsituacionismo e ironía, “esto no es una novela, es un cóctel Molotov”. Y concluye: “¿Cómo se atreve un escritor de Almassora a hablar de Europa?”.

Y la excusa. “Es que inicialmente este acto iba a ser en la Nollegiu, y como siempre están con lo de no leerás, no saldrás, etcétera, me he confundido”, dice Carrión. No recomendarás. Por cierto, mientras tanto llueve a cántaros. Aun así, la Nollegiu está abarrotada de gente que escucha a Chantal Maillard respondiendo a: ¿Es posible un mundo sin violencia? Es el título del libro publicado por Vaso Roto. Álvaro Colomer y servidora no tuvimos tanta suerte cuando nos tocó batirnos allí En nom propi. Sólo vino una persona, Jaume Aubanell. Pero bueno, no hay cura de humildad que no suavicen un par de cervezas como analgésico.

Luna Miguel está obsesionada con Lolita “desde la edad en que notas cómo te miran los amigos de tus padres”

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