Acción directa de libreros y pequeños editores | Antinomias Libro

Acción directa de libreros y pequeños editores | Antinomias Libro.

Según Wikipedia:

La acción directa o medida de acción directa es la realización autoorganizada de una iniciativa individual o grupal, enfocada en dar respuestas puntuales a situaciones concretas, o para la creación de condiciones más favorables, usando los medios disponibles. Básicamente toda acción organizada directamente por los interesados es directa, en contraste con las acciones indirectas, como son las acciones mediadas, por ejemplo, la representación o delegación política.

Es un principio de acción de muchos movimientos sociales y políticos, como el sindicalismo, el gremialismo patronal, el movimiento estudiantil, los pensionados, las organizaciones ecologistas, y en especial los movimientos de resistencia civil.

Comienzo exponiendo esto por el titular de este post, así evito que algún «merluzo» lo califique de «engañabobos», como ocurrió con un post anterior. Hace unos días estuve en una reunión de libreros, en la misma me contaron la situación complicada que atraviesa la organización librera en España. Carentes de subvenciones, no pueden poner en marcha proyectos; con una baja interlocución de las administraciones, ¿a quién le explican sus proyectos?; con un nivel de afluencia bajísima en las librerías, las amenazas de cierres son preocupantes… Me decían que han intentado establecer puentes de dialogo y contraste de opiniones con los editores, los resultados han sido nefastos, con dos verónicas y una chicuelina los editores les han dado con la puerta en las narices. El código de buenas prácticas no interesa a cierto perfil de editores; un congreso del libro, menos; el desarrollo de una plataforma semipública que salvaguarde el acervo digital y lo relacione con las iniciativas que empiezan a dibujarse en América, tampoco; el Plan de Defensa de las Librerías les suena a «rumbas»; de mitigar la venta directa ni se puede hablar… Conclusión, o pasan a la acción directa o están finiquitados estructuralmente. En un momento de la reunión, celebrada en Santos Corner, un librero que representa a una pequeña cadena de gran tradición me planteo directamente la siguiente pregunta: ¿qué nos sugieres? Le señale que necesitaba reflexionar sobre todo lo que me contaron. Pues bien, aquí va lo que se me ocurre, partiendo de la idea de que son reflexiones para repensar y basadas en el principio de que la «unión hace la fuerza»:

  1. Montaría una cadena nacional de librerías, con una imagen corporativa común, una tarjeta de fidelización única y válida para toda la cadena, a partir de cierto perfil de las librerías existentes en la actualidad, con una central de compras nacional. Cegal sería una organización gremial y también una gran cadena de librerías.
  2. Me sentaría con la distribución para avanzar en un rediseño nuevo de la cadena de márgenes y una política de compra de novedades centralizada.
  3. Publicaría un código de buenas prácticas y pediría la adhesión de los editores. Sería un documento público. Se irían publicando en varias páginas web todos los editores que firmasen el código.
  4. Pediría una reunión con el señor Lasalle, Secretario de Estado de Cultura para exponerle abiertamente la situación del sector y le pediría la modificación de la Ley del Libro en sus artículos 9 apartado 3, artículo 10 apartado 1. I y artículo 11 apartado 1. C.
  5. Abriría la participación en la Feria del Libro de Madrid a editores de Madrid no agremiados y reformaría el reglamento de la feria que es manifiestamente mejorable.
  6. Buscaría un partner tecnológico para desarrollar una plataforma nacional de distribución digital. ¿Libreka España?
  7. Buscaría un socio bancario nacional. Toda la cadena trabaja con el mismo banco. Un volumen de 300 o 400 librerías trabajando con el mismo banco podría suponer una apertura a cierto nivel de financiación para proyectos.
  8. Pactaría con una o varias plataformas de servicios digitales a bibliotecas para integrar las librerías en el proceso de adquisiciones.
  9. Entraría en la impresión bajo demanda (uno a uno) de manera directa, con una o dos máquinas en España y servicio nacional de entrega en 24 horas.
  10. Prepararía varios grupos de trabajo para disponer de un documento base y convocaría una jornada de trabajo (en sábado o domingo) con la edición independiente.
  11. Desarrollaría Cegal en red con un nivel de precisión de tal magnitud que obligase a los editores a suscribirse. La información de un ticket de venta de una librería concreta puede no valer de nada, pero una herramienta en la que se puedan cruzar tickets de venta de numerosas librerías independientes y/o cadenas permite tener patrones de comportamiento y clusters de clientes que son oro puro. Ahora además se da la circunstancia de que ha surgido una iniciativa privada como Globalbooks, que tiene una pinta excelente, lo que me lleva a pensar en que quizá sería bueno unificar esfuerzos entre ambos proyectos. La manera de conseguir una masa crítica de clientes que sostenga el coste de la herramienta pasa por disponer de un modelo de compensación a las librerías que aportan datos.
  12. Prepararía una reunión nacional de librerías independientes de España y América, probablemente con el apoyo de Cerlalc.
  13. Estructuraría una red de blogueros que escriben sobre el sector del libro para buscar viralidad y eco en los proyectos y propuestas.
  14. Desarrollaría un completísimo plan de comunicación en redes sociales buscando viralidad entre los lectores (y sobre todo en generaciones jóvenes) para difundir las propuestas de la organización librera.
  15. A partir de las bases de datos de clientes de todas las librerías estructuraría una comunidad de lectores.
  16. Explicaría el proyecto en institutos y universidades.
  17. Buscaría fórmulas de colaboración con América, desde la propia FIL de Guadalajara a Cerlalc.

El avance hacia un entramado único del sector pasa por dos líneas de trabajo muy claras:

  1. El abandono de posiciones dogmáticas y talibanescas por parte de los libreros. Y no me refiero únicamente al tema del «precio fijo», sino también a actitudes como las que sustentan el reglamento de la Feria del Libro de Madrid, que les está llevando a una cierta desafección por parte de las administraciones locales.
  2. Establecer puentes de diálogo con editores «aguas abajo», es decir, si las grandes organizaciones gremiales no apoyan ciertos temas se tendrá que buscar audiencias en un perfil de editores más dados a actitudes abiertas al dialogo y la colaboración, y que no estén agremiados.

Es obvio que la Federación y los Gremios están empantanados con otros temas, desde la propiedad intelectual a la presión sobre Hacienda para poner un IVA al libro electrónico del 4%, desde el tema «piratería» a la recuperación de subvenciones nominativas… ¿Es esta la preocupación actual e inmediata de una gran masa de medianos y pequeños editores? Lo dudo. Cuando se les llena la boca de comentarios sobre la marca España sería necesario recordar la conveniencia y urgencia de apoyar un IVA Cultural reducido y único para todas las industrias culturales, si existe una fuerte interdependencia entre las industrias culturales parece razonable pensar en que los editores se deberían haber comprometido en una campaña de apoyo al resto de las industrias culturales y creativas. La actitud de la edición no ha estado a la altura, al menos a mi modo de ver.

La paradoja de todo esto es que no se sea capaz de ver la gravedad de la situación. Avanzamos a «velocidad Airbus» hacia un estrechamiento radical del mercado del libro, con los jóvenes alejados de las librerías por motivos de renta y hábitos (estos días he estado dando clase a jóvenes que están haciendo un Master en Periodismo Cultural y me hiela la sangre el observar que siendo lectores frecuentes –no de una vez al trimestre– no van a las librerías a ver novedades porque no tienen dinero ni trabajo ni expectativas), y no se tiene un plan de choque para abordar una situación a todas luces muy complicada, la crisis abierta de las librerías nos arrastra a todos, si caen librerías caerán editoriales, la cifra de más de 1000 editores sin actividad en 2012 nos debería llevar a reflexión.

Y me hago otra pregunta: ¿cuánto tiempo le queda a la edición española en papel en América? A mi modo de ver unos pocos años, básicamente por dos cosas: por un lado las incipientes industrias nacionales que se empieza a observar allí, por otro la emergencia lenta pero continuada del digital. Si el comercio interior está hundido y el exterior presenta grietas incipientes, ¿no ha llegado el momento de avanzar en un gran proyecto de repensar el sector del libro en su conjunto? Hace tiempo que plantee que la crisis había que abordarla conjuntamente libreros y editores, pero parece ser que no todo el mundo está por ir de la mano.

Leía hace unos días que en Francia el Ministerio de Cultura está preparando un plan de apoyo a las librerías que va a presentar en breve, igualito que aquí.

En resumen, con estos diagnósticos, pasaría a la acción directa.

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