“La era de la posverdad. Qué tremenda definición para los tiempos actuales.” La frase de Luisa Valenzuela –la dijo al inaugurar la 43° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires que terminó ayer– todavía resuena entre libreros, escritores, editores y periodistas. La feria no es una isla. Lo que ocurre en la economía, en la política y en la sociedad jamás le resulta ajeno ni mucho menos indiferente. Pretender presentarla como un espacio de supuesta “neutralidad” y aislamiento es un desatino o una forma de construir un relato que intenta instaurar una mentira como verdad. La lectora atribulada habló con 21 expositores y un informante más –cuyo nombre no se revelará– y el resultado que arrojó la pesquisa dista de ser alentador. Nueve expositores afirman haber vendido entre un 10 y un 20 por ciento de ejemplares menos que el año pasado –hay un caso en que el descenso alcanzó el 40 por ciento–; 5 expositores dicen que vendieron la misma cantidad que el año pasado y 7 confirman que aumentaron entre un 10 a un 20 por ciento. Este sondeo no hace más que ratificar lo que el propio presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher, planteó en su discurso de apertura: que la industria atraviesa uno de los momentos más delicados de la historia. La CAL (Cámara Argentina del Libro), que nuclea a las medianas y pequeñas editoriales, acompañó el reclamo con la campaña “S.O.S Libro Argentino”, en la que advertía que las ventas cayeron un 25 por ciento y también descendió la producción de libros un 25 por ciento.

Fuente original: Balance de la Feria Internacional del Libro, que terminó ayer | Página12.

No quiere que aparezca su nombre. El informante con que tropieza circunstancialmente la lectora atribulada cuenta que este año hubo un poco de desorganización y pone un ejemplo: la Noche de la Ciudad en la Feria. “Tendría que haber terminado a la una de la madrugada, tal como se había anunciado, pero a las 23.30, desde los parlantes, se empezó a avisar que cerraba la Rural. Y nunca hubo una explicación sobre por qué cerraron una hora y media antes”. Como si desplegara una agenda de reclamos, agrega que el año pasado hubo más días en que se podía ingresar con la Sube gratis. En esta edición solo fue el pasado lunes 8 de mayo. “Yo vi menos gente en la feria y menos visitas de escuelas.” De pronto achina los ojos y le pregunta a su interlocutora:

–¿Las grandes editoriales dicen que vendieron más?

–Sí.

La carcajada se extravía entre los murmullos de los visitantes. “Las grandes editoriales no quieren hacer lo que ellas llaman ‘marketing negativo’, entonces inflan los números”, subraya el informante como si fuera un experto en la cuestión. “El libro no es un artículo de primera necesidad. Si no lo compran hoy, lo comprarán dentro de tres meses, o cuando puedan. Si lo compran…”.

Alejandro Giordano, de El Aleph, señala que año a año vienen bajando las ventas. “Se notó mucho la caída en la semana, mientras que los fines de semana repuntaba un poco”. No puede arriesgar una cifra, pero revela que en la librería, el año pasado, se vendieron 460 mil libros menos en el rubro textos escolares, lo que representa un 34 por ciento de descenso. “El que diga que no se siente o no se ve la recesión, miente. La realidad es otra; pero es lo que hay, por ahora”, resume Giordano. Desde Aique, Fabio Viruega afirma que vendieron unos 3000 ejemplares menos, lo que representaría una caía del 20 por ciento. “Esta es una editorial educativa y los docentes en provincia todavía no cerraron el acuerdo paritario. Y para colmo les descontaron los días de paro. Pensamos que la caída iba a ser mayor respecto del año pasado.” En Mandrake Libros, Fernando Petz habla de una caída del 20 por ciento en pesos en comparación con la facturación del año pasado. No sabe cuánto cayó en cantidad de ejemplares, pero seguramente el porcentaje sea mayor. “Ofertas no faltan acá. Tenemos un 3×2, elegís tres libros y pagás dos. La mayoría de las ventas no superan los 200 pesos. En la librería tampoco está yendo bien la cosa”, reconoce Petz. En el stand colectivo Todo libro es político, integrado por Milena Caserola, Bajo la Luna, La Cebra, El cuenco de Plata y Tinta Limón, entre otros, Josefina Bianchi cuenta que en cantidad de ejemplares vendidos está por debajo del año pasado y en pesos un poco más arriba por la inflación. “No esperábamos mucho, vino menos gente que el año pasado. Las editoriales salvamos el stand, pero la realidad es que se está vendiendo mucho menos que el año pasado. El porcentaje que estamos calculando en librerías es de un 25 por ciento menos. La gente está mucho más selectiva a la hora de llevarse libros. Si antes se llevaba tres, ahora se lleva uno. Y a veces se lleva más por el precio que por el contenido.”

El consuelo del empate

“Nos fue bien, en el sentido de que igualamos las ventas del año pasado. Pero en la librería hay una baja del 30 por ciento”, comenta Gabriel Waldhuter de la distribuidora y librería Waldhuter. “Las promociones de algunos bancos permitieron mantener las ventas, como el 30 por ciento de descuento del banco Provincia con 6 cuotas sin interés. Me estuve fijando y un gran porcentaje de las ventas fue con tarjetas del Banco Provincia. También hay un público que no visita las librerías durante el año y el único material de lectura que compran es durante la feria. Estos factores hicieron igualar las ventas. Pero superarlas, no. La caída del consumo nos perjudica, ha bajado el consumo de la gente que podía consumir libros y que ahora tiene que pagar la luz, el gas, la comida… el ocio lo dejan para lo último. Yo pago en la librería 10.000 pesos por mes de luz. Todos están cuidando el bolsillo”, admite Waldhuter. Ediciones Manantial y Biblos compartieron el stand. “Había muy malas expectativas para este año, pero estamos igual que el año pasado en cantidad de ejemplares. Al final, hay un clima de resignación, como que zafamos. Es muy caro el costo del espacio en la Feria. De hecho, hay menos stands que el año pasado. Y probablemente haya menos el próximo año”, vaticina Mariano Vázquez.

En Librerías de las Luces, Pía Henseler confirma que las ventas fueron “más o menos igual”. “La situación económica hace que la gente consuma menos. Los libros no son una prioridad y eso se nota. La gente compra un libro a 40 pesos con tarjeta, incluso el programa Ahora 3 la gente lo usa para pagar 100 pesos. Los libros de 400 o 500 pesos no salen tanto como antes y la gente busca cada vez más ofertas.” María José Moore de Libraria, uno de los sellos que comparten el stand colectivo de Sólidos Platónicos junto a Ediciones Godot, Sigilo, Aquilina, Fiordo y Gourmet musical, entre otras, asegura que la venta en cantidad de ejemplares es igual a la del 2016. Federico Martedi, de Colihue, dice que les fue “más o menos igual” que el año pasado. “No fue ni muy mala ni muy buena, no hay cambios cualitativos respecto del punto de referencia que es la feria del año pasado”, reconoce Martedi y añade un análisis sobre el horizonte del libro argentino. “El panorama para la industria editorial es complicado porque han subido mucho los costos. Lo que se puede ver es que todavía hay una clase media, en el sentido sajón del término, que sigue teniendo un relativo poder adquisitivo que le permite consumir cultura. Pero no sé hasta cuándo sucederá eso porque encima tenemos un punto de inflexión, que son las elecciones de octubre. Dicen que ahí va a empezar el ajuste, como si no hubiera habido. Si ahora aumentaron los costos diez veces y bajaron las ventas un 20 por ciento y están los salarios congelados, imaginate lo que va a ser cuando haya ajuste. Vamos a estar peor que en Siria… Los indicadores de la feria todavía no dan para prever ese futuro tan trágico, pero no sé lo que va a pasar.”

Las realidades de las editoriales que declaran un incremento en las ventas son muy disímiles. Las dos más grandes, Planeta y Penguin Random House, aumentaron sus ventas entre un 15 a un 20 por ciento. Federico Ronchi, de SM, destaca que la editorial amplió el espacio del stand de 64 a casi 103 metros y que las ventas subieron un 20 por ciento. “La venta fue mejor de lo que se esperaba; vendimos un poco más, un 10 por ciento arriba en comparación con el año pasado”, subraya Ana Clara Azcurra Mariani del stand colectivo Los siete logos, que incluye a editoriales como Eterna Cadencia, Mardulce, Katz, Adriana Hidalgo, Caja Negra y Beatriz Viterbo, entre otras. “Vendimos un poco más, no tenemos el número exacto, pero sería cerca del 5 por ciento. Como el año pasado no fue un buen año, salimos un poco del bache, pero no es un aumento considerable ni vemos un repunte en general”, plantea Mariano Velo de Siglo XXI. Marcelo Poretti, de Eudeba, aclara que el balance de esta edición es “mejor de lo previsto” con un 5 a un 10 por cierto por arriba la venta de ejemplares, lo que significaría un 25 por ciento de aumento en la facturación en pesos “porque no aumentamos tanto los precios de los libros”.

Sin brotes verdes

“Hubo una baja bastante importante respecto al 2016. Nosotros no somos partícipes de andar haciendo ofertas, pero tuvimos que poner ofertas bastante considerables para poder levantar lo que estaba pasando en la Feria. Yo creo que cayó un 40 por ciento en ejemplares”, calcula Adrián Passarelli de Gedisa. Martín Rabinovich, de Un Lugar, editorial que comparte stand con Homo Sapiens, señala que vendieron menos en cantidad de ejemplares y un poco arriba en pesos, inflación mediante, en comparación con el año pasado. Cleopatra Caglieris, de Fondo de Cultura Económica, define a esta edición como “floja”. “Hay menos gente en la Feria y hemos vendido menos cantidad de ejemplares. En algún momento se iba a notar el aumento de los precios y la inflación que hay, porque la gente tiene que gastar sus ingresos en pagar los servicios y la comida”, explica Caglieris y añade que lo único que viene creciendo año a año es la venta de los libros infantiles y juveniles. Juan Manuel Pampín, de Corregidor, manifiesta que la caída de las ventas fue de un 10 por ciento en ejemplares. “El sector viene con una caída promedio del 25 por ciento. Una crisis es una oportunidad, si no dura mucho. Lo que estamos notando es que la crisis se está extendiendo en el tiempo y ‘los brotes verdes’ no llegaron nunca. Las espaldas para aguantar ya no son tantas cuando venís con un año de caída neta –explica Pampín–. Nuestros precios en dólares son espantosos y lo que se podría recuperar por exportación es imposible. Un libro a 250 pesos, por ejemplo, es 15 o 16 dólares. Un dólar en origen son tres dólares en destino mínimo. O sea que un libro de 15 dólares, sale 45 dólares, lo que es inaccesible. Nosotros venimos pidiendo el Exporta fácil, un sistema simplificado de exportación para pequeñas exportaciones de hasta 5000 dólares, que beneficiaría mucho al sector”.

La lectora atribulada se acerca a la editorial Prometeo de Raúl Carioli. “En ejemplares, pongamos que estamos un poco arriba”, ironiza. “En rentabilidad doscientos mil por ciento abajo –exagera– porque los precios de los libros aumentaron un promedio del 15 por ciento y el stand un 40 por ciento. El espacio nos costó 700 mil pesos, a eso sumale los empleados, más el costo de reposición de los libros vendidos y tenés que calcular de costo un millón cien. O sea que deberíamos estar vendiendo para empatar unos 60 mil pesos diarios de promedio. Esta cifra la vendés un sábado, el resto de la semana no hay manera”, se sincera Carioli.

–¿Prometeo logra pagar los gastos?

–¡Acá nadie logra pagar los gastos; todos mentimos! Esa es la verdad. Agarrá desde el año 83 y fijate año por año cuánto sumó cada uno respecto de la venta anterior: un 15 por ciento más, un 14 por ciento más y así sucesivamente… Cuando termines de sumar todo eso, estamos vendiendo un 500 por ciento más de libros que en el 83. ¡Viste la posverdad, esto es la posverdad! La posverdad es esa mentira que todos sabemos que es mentira, pero que todos queremos creer que es verdad. Una de las dos grandes editoriales tiene un millón doscientos mil pesos de gasto salarial, más dos millones de pesos de espacio físico, más 750 mil pesos de instalación de stand. Son casi cuatro millones de pesos, más el costo de reposición calculado al 40 por ciento, que es un millón y medio. El total son unos 6.000.000 millones; para empatar tiene que vender 300 mil pesos por día, que son unos 6000 mil libros diarios. ¡Es imposible! Es una gran mentira que sostenemos todos porque es el único momento del año en que el libro tiene espacio en los medios. Todos queremos creer que nos va bien, pero sería un absurdo suponer que con este gobierno, cuyo primer desaparecido fue la cultura, cuyo segundo desaparecido fue la educación, que desinvirtió en todo, a nosotros nos va bien. Los docentes todavía no cerraron su paritaria, las paritarias están atrasadas, el Conicet ajustó todo su presupuesto, la Conabip ajustó su presupuesto, todos los organismos de cultura y educación descentralizados están de ajuste, y a nosotros nos va bárbaro. La clase media está pariendo y al libro le va maravillosamente bien. ¡Esto es la posverdad!