El ebook fue sólo el comienzo. ¿Le llegó a la literatura su momento Netflix?

El ebook fue sólo el comienzo. ¿Le llegó a la literatura su momento Netflix?

Lorena Oliva / lanacion.com.ar

Aunque el libro impreso mantiene su reinado sobre el electrónico, el mundo digital abre nuevas formas de producción y circulación que están cambiando la industria editorial

Fuente original: El ebook fue sólo el comienzo. ¿Le llegó a la literatura su momento Netflix? – 30.04.2017.

Mientras el viejo debate en torno del supuesto antagonismo entre el libro en papel y el libro electrónico parece renovarse con cierta periodicidad pero sin demasiadas variaciones, lo que sí se ha alterado -y radicalmente- en la última década es la escena en la que dicha discusión está teniendo lugar.

La selección temporal no es caprichosa. Hace diez años, a partir del lanzamiento del dispositivo de lectura digital Kindle, los pronósticos agoreros sobre el futuro del libro en papel no se hicieron esperar. Lo cierto es que, a la fecha, ninguno de ellos se cumplió, lo que llevó a más de uno a subestimar las perspectivas futuras del libro electrónico.

Sin embargo, no es ésta una historia de vencedores y vencidos: mientras el libro en papel continúa siendo el formato predominante dentro de la industria editorial -como bien refleja cada año la Feria del Libro, cuya edición 43° abrió el jueves pasado-, la aceleración digital de los últimos años propició todo tipo de desarrollos ligados con el libro electrónico mientras, en paralelo, ha ido alumbrando un ecosistema rico en propuestas que ponen tecnología e innovación al servicio de la literatura.

Plataformas de lectura vía streaming (a la manera de Netflix), sitios de edición y publicación que se desmarcan del sistema de las editoriales tradicionales, un catálogo de audiolibros que no deja de ampliarse, y hasta diferentes propuestas de impresión a demanda. Nunca, como ahora, sonó tan obsoleta la discusión «libro en papel v. libro electrónico» cuando, por otra parte, proliferan las narrativas digitales y los algoritmos siguen dando que hablar: el año último, uno de los diez finalistas al premio Hoshi Sinichi de Literatura en Japón fue, precisamente, un algoritmo.

El español Javier Celaya, fundador de la consultora Dosdoce y un referente indiscutido a la hora de pensar a la industria editorial en clave digital, sostiene sin embargo que todo lo que estamos viendo son apenas los primeros destellos de una transformación. «Todavía no hemos visto nada, nos encontramos en la primera fase de la transformación del mundo del libro que está teniendo un recorrido diferente según las regiones y, de momento, se encuentra más afianzada en los países nórdicos. De lo que no hay dudas a estas alturas es de que Internet transformó por completo la cadena de valor del libro, desde cómo se crea la obra hasta la manera en que se comercializa», sostiene el especialista.

Con defensores y detractores, la era digital no sólo ha reconfigurado la dinámica escritor-lector, sino que también está redefiniendo el rol de los editores. Con iniciativas que admiten el pago por consumo, los pagos por capítulo, la suscripción como forma de retribución y hasta el acceso abierto e ilimitado, la noción de «precio» también es objeto de debate, mientras se sigue buscando la mejor fórmula para salvaguardar los derechos de autor en la era digital.

Pero en la aldea global las innovaciones hacen pie antes que los marcos normativos. Y mientras las posibilidades de lectura se multiplican con iniciativas que ponen de cabeza los esquemas tradicionales, en la industria editorial -sobre todo la de los países hispanoamericanos- se siguen percibiendo resistencias al cambio.

Celaya es de los que creen que no pocos sectores de la industria se siguen centrando demasiado en discutir soportes en lugar de hacer foco en los contenidos. «La tecnología influye en la manera en que se cuentan las historias. Hace 500 años, cuando se inventó la imprenta, cambió la manera en que se contaban las historias que, hasta ese momento, eran cortas porque se difundían en papiros y pergaminos. La imprenta permitió libros de mayor extensión. En la era digital estamos viendo mucha experimentación, por ejemplo con las narrativas digitales, que nacen para ser consumidas en pantalla, combinando texto con contenidos visuales. Mucha gente se pregunta si eso es un libro o un videojuego. Yo pienso que son las nuevas maneras de contar historias», considera.

El escritor y editor Esteban Castromán coincide en que la era digital cambió los modos de leer y escribir: «Cada día hay más experiencias literarias que desbordan las páginas de los libros y las pantallas de los e-readers, nuevos fenómenos que exceden los formatos tradicionales: de los poemas en YouTube a los pintadas de Acción Poética, de los post literarios en Tumblr al rap, del hoak literario a la performance, de los videojuegos narrativos al fanfiction, entre otros multiplicadores de la ficción en la actualidad.»

Esta red de posibilidades entabla, a su entender, una relación complementaria, para nada antagónica. «Somos lectores fetichistas y nos encanta el artefacto libro impreso. Pero también, utilizamos las pantallas para leer una parte del mundo, relacionarnos con los demás y construir réplicas virtuales de nosotros mismos. La convivencia entre libros papel y digital me parece necesaria; depende del uso y del tiempo disponible. Pero más allá del formato, lo más importante de un libro es que construya su propia constelación de lectores», agrega Castromán, coordinador de Zona Futuro en la Feria del Libro y a cargo de la plataforma de innovación digital IndieLibros.

Experiencias complementarias

«Hace varios años que se habla de la muerte del papel por la aparición del ebook y las nuevas tecnologías y lo cierto es que ambos formatos crecen en ventas, sin que uno canibalice al otro -reconoce Julieta Lorea, analista de comunicación digital de Planeta-. Son experiencias distintas y ambas se complementan. Hay un público que prefiere la lectura tradicional, otro nuevo que elige leer desde su tablet o su celular y otro más híbrido y quizás el más ávido lector, que opta por ambas opciones dependiendo del contenido o circunstancia de lectura», asegura Lorea, quien agrega que en términos generales, los títulos más vendidos en papel también encabezan las listas de más vendidos en digital, exceptuando quizás dos casos: la novela erótica, que es muy popular en las tiendas digitales, y los libros de Youtubers, orientados a los llamados «millennials» que optan por el papel, desmintiendo aquel pronóstico sobre la desaparición del libro físico por los hábitos puramente digitales de las nuevas generaciones. En la actualidad, el catálogo digital del Grupo Planeta cuenta con 15.000 títulos.

Hay quienes creen, sin embargo, que la convivencia digital-papel no será eterna. «Estamos atravesando una revolución similar a que la vivió la música, o el cine. Pero llevamos menos tiempo inmersos en este proceso, por lo que nos encontramos tratando de resolver los mismos problemas que esas industrias ya resolvieron: piratería, distribución, formatos, dispositivos. Algunos piensan que si la revolución no ocurrió por completo hasta ahora ya no va a ocurrir. Pero no habría que olvidar que en la industria de la música, que tuvo su primer cimbronazo hace veinte años con la llegada de Napster, la música en formato digital generó mayores ingresos que la que se comercializa en formato físico recién el año pasado», puntualiza Daniel Benchimol, director de la agencia Proyecto 451, especializada en consultoría y gestión editorial.

Dar con cifras certeras sobre el crecimiento y evolución de la industria editorial digital parece ser otro de los desafíos por delante, como bien señala el documento «Evolución del libro electrónico en América Latina y en España», elaborado por Dosdoce.com y Bookwire con cifras de 2015: «(.) Una primera observación se basa en la incorporación masiva de editores independientes a la producción y comercialización de libros digitales, especialmente en Latinoamérica. En los mercados en español, las editoriales independientes están experimentando un crecimiento entre el 20% y 35%. (.) El crecimiento de estas líneas de productos llega a distorsionar los datos sobre el mercado del libro electrónico, sobre todo con aquellas editoriales independientes que no forman parte de los gremios de editores de sus respectivos países o aquellas operaciones de compra y venta que no llevan números de ISBN».

Dentro de este contexto, Benchimol destaca especialmente el auge de los sitios de autopublicación como una de las novedades más prometedoras de la escena digital. «El puntapié inicial lo dio Amazon, hace unos años, al permitir que un autor publicara y vendiera su obra directamente desde el sitio, sin pasar por una editorial. La aceptación fue inmediata: en la actualidad, gran parte del negocio de Amazon pasa por la venta de autopublicados. Hoy en día representa el 40% de los libros que vende.»

Así, por ejemplo, a fines de 2015 en los medios circulaba la noticia de que el libro El conejito que quería dormirse -una obra infantil con un objetivo concreto: ayudar a los niños a dormir- se había convertido en un verdadero éxito en países como Inglaterra. La obra, un título autopublicado, llegó a encabezar el podio de los más vendidos en Amazon Reino Unido. En el mercado norteamericano, según el estudio previamente citado, la cuota de mercado digital de las 5 editoriales más grandes de ese país no para de empequeñecerse año tras años. En 2015 representaban el 34% del mercado digital, cuando en 2012 alcanzaba el 46%.

En los últimos años, se multiplicaron las iniciativas globales que también apuestan por la autopublicación, como es el caso del sitio Wattpad o Megustaescribir, de Penguin. «Previamente al surgimiento de estas plataformas, la figura del editor era central para el nacimiento de cualquier libro. Cumplía un rol de filtrado. Decidía qué se publicaba y qué no o, en otras palabras, qué podíamos leer y qué no. Hoy ha perdido ese monopolio. Y la evidencia está demostrando que subestimar este tipo de publicaciones es un verdadero error», agrega Benchimol.

Catalina Lucas, Digital Manager de Penguin, explica que hace dos años la editorial decidió complementar la iniciativa de Megustaescribir.com con un sello editor que, por entonces llevaba el mismo nombre, y que ahora pasó a llamarse Caligrama. Ya cuenta con 500 títulos editados. «Es imposible editar bajo los sellos más tradicionales a todos los que tengan algo para contar. Yo creo que esta variedad de sellos enriquece y suma», reconoce Lucas, quien asegura que, para Penguin, la irrupción del ebook nunca fue concebida como amenaza. «Por ser una editorial que tiene filiales en otros países, con mercados más maduros que el nuestro, nunca tuvimos una sensación negativa. Seguramente nuestra situación no es igual a la de una editorial independiente, pero, en lo que a nosotros respecta, estamos en condiciones de trabajar un amplio catálogo de ebooks y audiolibros y sostener la inversión hasta que sea verdaderamente redituable a nivel local.» Actualmente Penguin cuenta con un catálogo de 14.000 ebooks en castellano en todo el mundo.

A nivel global, otras editoriales como Harper Collins, Roca Editorial, Casa del Libro, Barnes & Noble y Apple han apostado a iniciativas digitales que exploran, en muchos casos, el universo de la autoedición.

«Cuando se afecta un modelo de negocios conocido y con el que se ha sobrevivido por décadas, innovar puede generar un poco de preocupación, y en mercados en donde no hay grandes jugadores digitales, quienes ocupan un rol central pueden tener una actitud refractaria. Pero en los mercados donde irrumpen los grandes jugadores del libro digital, no alcanza con resistirse a los cambios», reflexiona Gonzalo Alvarez, presidente de Eudeba, la única editorial argentina que creó un dispositivo de lectura electrónico, llamado Boris, en homenaje a Boris Spivacow.

«Que Eudeba sea la única editorial que haya desarrollado un dispositivo de lectura te demuestra que hay una estrategia de retardo. Para nosotros lo digital es estratégico. Desde 2010 venimos explorando el uso de las tecnologías en el campo de la edición, algo que nos parece inherente a la función de una editorial universitaria», agrega Alvarez, y cuenta que la editorial ya ha comenzado a incursionar en el mundo de la impresión a demanda y de la lectura vía streaming, además de tener muy desarrollado su sistema de e-commerce.

«El libro digital no va a reemplazar al libro impreso, pero su presencia afecta el comportamiento de editores y libreros, que tienen que complementar la oferta en ambos formatos. Probablemente el libro digital crezca hasta alcanzar un 20% del mercado. O sea, no cambiaría el corazón del negocio, pero ese porcentaje afectaría notablemente a las librerías chicas, así que merece que le prestemos atención», agrega Alvarez.

Benchimol relata que trabaja con frecuencia con pequeños editores. Son, a su entender, los más permeables a esta clase de cambios. «Entre los pequeños editores suele escucharse la dificultad que tienen en el entorno tradicional para distribuir en el interior y ni que hablar en el caso de querer exportar. Poner un libro en la calle requiere un monto considerable de inversión. Todos esos problemas se resuelven con lo digital que también permitiría, entre otras cosas, ser más eficiente en materia de impresión de ejemplares e, incluso, abriría la posibilidad de acceder a títulos agotados y que no se volvieron a editar.»

Celaya añade otras ventajas: las lecturas en clave digital generan un considerable cúmulo de información extremadamente valiosa para las editoriales relacionada con el comportamiento lector. Y también para los lectores. «Ya existe una startup llamada Tekstum que rastrea en redes sociales la manera en que se valora un libro. Tomar en cuenta las valoraciones de otros lectores a la hora de comprar un libro no es nada nuevo, lo hemos visto a menudo en plataformas que ofrecen hoteles o restaurantes. Es otra manera de democratizar el acceso a la cultura.

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