El libro, un pasado magnífico, un oscuro futuro / futuros del libro

El libro, un pasado magnífico, un oscuro futuro.

Publicado por Joaquín Rodriguez, 4 septiembre, 2012

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En la cadena de valor tradicional del libro, todo estaba más o menos claro, cada agente ocupaga su lugar, los márgenes se repartían según un acuerdo no escrito y el dinero necesario para financiar las nuevas tiradas que abastecían las librerías que vendían los libros, fluía con relativa abundancia y naturalidad. España nunca fue un país donde se leyera o comprara mucho, pero esa escases estructural de lectores se combatía con la compra de bibliotecas públicas, la venta en América y alguna acción editorial complementaria cuando el grupo poseía sellos de distinta naturaleza. Ese fue, quizás, el pasado magnífico que nunca volverá.

 

A día de hoy, las cosas han cambiado, profundamente: la cadena de valor tradicional carece por completo de sentido en el ecosistema digital. No todos los agentes aportan el supuesto valor que agregaban antes al producto que elaborábamos y vendíamos. Distribuidores y libreros son, sin duda, los más afectados, aunque no lo estén menos los editores, que han perdido el añorado monopolio de la intermediación hacia el conocimiento y buscan cuáles son las causas de su supuesta crisis cuando, en realidad, deberían mirar mejor en casa. Los pocos e improbables lectores de antaño leen todavía menos, compran la mitad de lo que compraban; las bibliotecas carecen de presupuestos y recortan el dinero destinado a la adquisición de novedades; los libreros solamente admiten depósitos y cortan con ello el flujo de financiación que antes servía para sostener el sistema, cavando, de paso, su propia tumba; los editores se echan en brazos de las grandes plataformas de comercialización digital, aunque sea a cambio de perder márgenes, aunque sea al precio de perder el control sobre lo que editan y aunque sea a costa de perder la alianza tradicional con quienes siguen siendo su canal de comercialización principal, las librerías.

Poco más arriba, poco más abajo, los datos que se barajan sobre la venta de libros electrónicos a través de los canales establecidos, dejan poco lugar a dudas sobre quién imperará en ese mercado: Amazon, la empresa dominante,  38%; Apple, 20%; FNAC, 11%; Casa del Libro, 10%;  El Corte Inglés, 6%. Es decir: el 85% del mercado digital está en manos de grandes operadores cuyo objetivo, obviamente, no será compartir esa cuota. Google, a todo esto, no ha hecho todavía acto de presencia, o si lo ha hecho, no ha arañado ni un punto del mercado.

 

En este desolador y oscuro panorama, tan alejado de esplendores y magnificiencias, los gremios profesionales se encierran en burbujas herméticas, creyendo que allá estarán protegidos, u ocultan los temas de discusión principales bajo el manto de la trilogía del miedo: piratería, regulación normativa y propiedad intelectual. La arquitectura del gobierno de esas empresas de la nueva cadena de valor, siguie siendo románica, cuando la realidad exige formas de cooperación transversales basadas en la lógica del beneficio mutuo.

 

Daniel Innerarity lo decía hace pocos días en un artículo titulado “La exposición universal“: ” hay que aprender toda una nueva gramática del poder para la que sirve de poco la obstinada defensa de lo propio o la despreocupación por lo ajeno. Todo lo que podía valer para el antiguo juego del poder, ahora ya no es más que pura gesticulación. El instrumento fundamental para sobrevivir en la superexposición es la cooperación, la atención a lo común. La intemperie, en el mundo actual, es la soledad, por muy soberana que se imagine”.

Esta afirmación es hoy perfectamente trasladable a nuestro ámbito profesional. Como augura Manuel Gil, en la estela de Inneratity, “el libro esta inmerso en una crisis estructural de grandes proporciones y con sus imperativos sistémicos haciendo agua. Quizá debamos avanzar hacia un decrecimiento controlado y una puesta en valor de un procomún del sector. No valen soluciones individuales, de esta salimos juntos o no salimos. Lo fundamental ahora mismo es diseñar escenarios, buscar consensos, abrirse a ideas nuevas y buscar liderazgos”.

 

El cambio en ese sentido es inevitable. Habrá, como en todo momento de cambio, quien se ría de ello; habrá quien, tras reírse, intente combatirlo; habrá quien, cuando resulte obvio que no cabe refut

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