El otro lado de la industria editorial

El otro lado de la industria editorial

Natalia Páez / lanacion.com.ar

En medio de un escenario de caídas en las ventas de libros -que llegan al 25% respecto del año anterior- la VI Feria de Editores (FED) que se realizó en junio, en Colegiales, reunió a más de 8000 personas (¿lectores?), que hicieron hasta una hora y media de cola para entrar. Lo que iban a ver eran mesas con libros, atendidas por sus propios editores. A hablar con ellos, a escuchar charlas alrededor del libro y la edición. En ese espacio -que reunió a 140 editoriales (25 de ellas extranjeras)- se vendieron 12.000 ejemplares en 15 horas. Y parecía que la crisis era algo que le pasaba a otros.

Fuente original: Zona independiente. El otro lado de la industria editorial – 06.08.2017 – LA NACION.

Según un relevamiento privado, en la Argentina hay unas 400 editoriales independientes, que además de ferias organizan ciclos de cine, charlas con autores; algunas hasta abrieron librerías donde venden lo que ellos mismos editan. Un sector que hace ruido, levanta la mano, se acomoda. Busca sobrevivir, crecer y consolidarse con estrategias que exceden por mucho a la mera edición. Editores todo terreno, que están en la edición pero también en la distribución, en la venta y en la comunicación. Que son gestores culturales, que se asocian para ir juntos a ferias internacionales a las que solos no podrían asistir: editores 360.

La categoría resulta difusa, y en algunos casos hasta romántica. ¿Qué es una editorial independiente? ¿Se refiere sólo a aquellas que no pertenecen a los grandes grupos editoriales? ¿Independientes de quiénes o de qué? La última pregunta es casi el título de un libro que publicó el Fondo de Cultura Económica (FCE) en México, de dos autores argentinos -creadores de la editorial independiente Godot- que se presentará el 15 de este agosto, a las 19, en la Librería del Fondo (Costa Rica 4568). El libro se titula Independientes ¿de qué? y sus autores, Víctor Malumián y Hernán López Winne, se propusieron construir un manual de supervivencia para quienes quieren iniciarse en este mundo. Entrevistaron a editores independientes de América Latina que comparten sobre todo sus errores, pero también repasan algunos de sus aciertos.

«La independencia de La Bestia Equilátera se pensó en términos de su libertad en oposición a los catálogos impuestos por las editoriales multinacionales y al gusto establecido por ellas. Elegir libros, en gran medida ‘neglected‘ (abandonados), puestos a circular nuevamente. Para citar un caso que no es de nuestro catálogo: libros como Stoner, de Williams, rescatado por Fiordo. O del nuestro: El caballero que cayó al mar, de Herbert Clyde Lewis», respondió Luis Chitarroni, hoy editor de una de las más prestigiosas editoriales independientes, La Bestia Equilátera, con muchos años de experiencia también como editor en multinacionales. Esto pone de relieve que, más allá de la supervivencia, hay otro concepto que ronda la «zona independiente» y es el de la bibliodiversidad. Que no es otra cosa que garantizar la diversidad de lecturas más allá del canon impuesto por el gusto de las líderes del mercado. Un dato es definitorio: por la FED pasaron 8000 personas en 3 días y se relevaron 8000 títulos expuestos. Esto es ni más ni menos que un título distinto por cada quien pisó la feria.

En la «zona difusa»

«La edición independiente es, para mí, lo más interesante culturalmente que surgió en la Argentina después de 2001. Por lo tanto, valoro mucho los catálogos de al menos 10 ó 15 editoriales colegas. Uno de los rasgos centrales es la gran cantidad de traducciones que publican esas editoriales. Teniendo en cuenta que los grandes holdingsmultinacionales traducen sus libros en España (y aquí los importan o simplemente los imprimen), si no existieran las editoriales independientes argentinas desaparecerían las traducciones al castellano de inflexión rioplatense. También, por supuesto, valoro el riesgo que toman al elegir autores, el talento para darles cabida a muchos autores nuevos, el seguir las obras de esos autores, de libro a libro», dijo Damián Tabarovsky, editor de Mardulce.

Si bien antes de la crisis económica de 2001 existían editoriales independientes, fue después de entonces que florecieron entrando en una nueva fase de desarrollo dentro de esa «zona difusa». «Este espacio que uno puede definir en oposición a otro tiene una temporalidad. Hubo un primer momento de creación, pionero, heroico, de las editoriales independientes. Fuertemente retórico, muy asociado a una situación económica y política del país. Que se ligaba a otras expresiones de formas contraculturales como fábricas recuperadas, festivales autogestionados. Ahí surgió por ejemplo la Feria del Libro Independiente y Alternativo (FLIA), que buscaba dar a conocer sus títulos por fuera de los canales tradicionales, con una retórica más abiertamente política. Paralela a eso, como una versión más empresarial y de mercado, surgió la Alianza de Editores Independientes (Edinar), representada por Guido Indij, que implicó tomar una noción que ya había circulado de Chile hasta Francia: editoriales más consolidadas que peleaban el espacio comercial en la vidriera, a través de promociones. Creo que ahora estamos en otro momento. Algunas fueron desapareciendo, otras se fueron afirmando y las que quedaron fueron entendiendo que para editar hay que distribuir, hay que hacer prensa, hay que reimprimir? Es una tercera experiencia, un momento distinto», analiza Alejandro Dujovne, investigador del Conicet y uno de los coordinadores del Núcleo de Estudios sobre Historia y Sociología del Libro y la Edición en el IDES.

¿En qué sentido el boom de la última Feria de Editores puede leerse como un signo de prosperidad y vigor del sector? «Que a la FED le haya ido bien no implica que al sector le vaya bien. La feria supo interpelar a un tipo de lector muy allegado a estos catálogos. Y está logrando consolidarse a medida que los medios también la ayudaron a hacerse conocida. De los que se acercaron, vemos que hay un ?núcleo duro’ de lectores que distinguen perfectamente las diferencias entre estas editoriales, y saben que, por ejemplo, Eterna Cadencia publica narrativa contemporánea y Blatt y Ríos también, pero puede distinguir el matiz de sus catálogos. Y, por otro lado, un ?segundo anillo’ de lectores que son aquellos que pueden comprar narrativa de Alfaguara y otro día un libro de Mansalva (por nombrar dos editoriales, una del polo comercial y la otra del polo cultural) sin preocuparse mucho de quién los editó. Y después hay que entender que la feria también es un evento cultural. Viene gente a la que le gustan las ferias, gente que viene a mirar», dice Víctor Malumián, coautor de Independientes ¿de qué? y uno de los organizadores de la FED.

«Si pudiera hacer el ejercicio de abstraerme de la situación económico y social del país, o del momento del sector libro con librerías ahogadas, importación indiscriminada, incrementos siderales de logística y servicios públicos, cese de adquisiciones institucionales de libros, ausencia de políticas para el libro y la lectura…, la zona independiente está en efervescencia. En un plano general son cientos de editoriales publicando un puñado de títulos cada una. Y tanto ellas como aquellos que fundamos nuestros proyectos en la generación de editoriales que surgieron a comienzos de los años 90, tenemos problemas para encontrar nuestras sustentabilidad. Si lo analizás desde el plano personal, o desde el emprendedorismo, es un momento crítico. Si lo ves a través del lente de la cultura, es un momento espléndido: miles de títulos publicados por cientos de voces diferentes es proporcionalmente más rico y diverso que miles de títulos publicados por dos o tres gerentes de empresas multinacionales más preocupadas por el rendimiento de sus inversores y por la continuidad de sus propios beneficios que por aportar a la cultura de la sociedad en la que estan inmersos», explicó el editor de Interzona, Guido Indij.

Espíritu cooperativo

Una de las preocupaciones comunes en el panorama del último año de la industria es la subsistencia de los emprendimientos y la distribución. Algunas editoriales han optado por abrir sus propias librerías. «La existencia de nuevas editoriales argentinas representa una feliz posibilidad. Y no lo digo por la calidad despareja de sus libros, sino por su espíritu cooperativo y sus juntadas convocantes. Sus ferias, y sus librerías, funcionan como un solo cuerpo, donde cada volumen es una célula necesaria, que se complementa con el todo sin competir. Las mesas con libros invitan a recorrer páginas, autores, texturas, textos y formas, pero no empresas editoriales. Ese ánimo cooperativo convierte a sus clientes lectores en socios militantes. Como los pequeños productores de otras manufacturas lo han hecho ancestralmente, los editores están aprendiendo a unirse para vender sus productos. En espacios físicos propios, ferias o tiendas virtuales, comparten público, gastos e ideas. Han encontrado un modo de vender sus libros fuera de la lógica comercial de los dos megagrupos multinacionales en las dos grandes cadenas de librerías», dice Carlos Santos Sáez, editor y librero.

«Las librerías son fundamentales. También las bibliotecas. Este año en la FED hicimos un desayuno con la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) donde fueron libreros a recomendar nuestros títulos. Queremos que sea un lugar de encuentro para bibliotcas populares. Primero porque acá vienen muchas editoriales que en la Feria Internacional del Libro no están. Segundo, porque muchas de esas editoriales acceden mostrando un gran abanico de su catálogo que de otra manera no mostrarían. Queremos que la FED empiece a ser una parada cultural para ellos dentro de su calendario anual», explica Malumián.

Leandro de Sagastizábal, historiador del libro y presidente de la Conabip, ve en pleno auge al segmento de las editoriales independientes: «Es indudable su crecimiento y fortalecimiento. También observo un interesante grado de profesionalismo -si uno se basa en los diseños, la calidad de los libros- y hasta la existencia de libros de algunos de esos editores reflexionando sobre el tema. Son pasos de madurez indudables. Su participación en el mercado es aún muy reducida (siguiendo información de las Cámaras del Libro) y me imagino que ese, a mediano plazo, es un desafío importante». Sólo por nombrar algunos títulos se suman La edición en tiempos de cambio (de Patricia Piccolini y Fernando Esteves, Paidós) y otros títulos de la colección Libros sobre Libros del FCE, como Editores y políticas editoriales en Argentina, un análisis de José Luis de Diego (un análisis que llega hasta 2010), o La edición independiente, de Gilles Colleu, de La Marca Editora.

Entre las dificultades puestas en común en los tiempos que corren, con esta coyuntura económica está la preocupación por ser competitivos en el mercado interno. «Haber paralizado el consumo de las clases medias atentó directamente contra el mercado editorial. No es ésta la típica queja del editor ante el mercado, sino una invitación a plantear urgentemente estos temas que ponen en riesgo la viabilidad misma de todo el sistema independiente del libro. En la Argentina hay siempre una discusión pendiente acerca de qué queremos hacer con las industrias culturales y particularmente con la industria editorial», analizó Tabarovsky.

Para Malumián la caída de las ventas golpeó muy duro: «La forma en que se hizo la apertura de saldos nos perjudicó. En lo conceptual no creo que ningún editor se oponga a que ingresen en el país libros de editoriales extranjeras como Capitán Swing, Pepita de Calabaza o Malpaso, sólo por nombrarte algunas que hacen libros muy lindos. Pero lo que nadie va a querer es que entre un libro de saldo que fue producido en otras condiciones. Los libros van a competir de igual a igual en el mercado. Pero no llegan de igual a igual».

El de este tipo de editoriales no se reduce a un fenómeno argentino. «Si bien en cada lugar hay expresiones locales, se trata de algo que se está dando en varios países. Es fundamentalmente regional. En Chile, por ejemplo, existe la Furia del libro, que es su feria de independientes», explica Dujovne. «Se da en distintos países de América Latina, sin dudas, pero en pocos lugares con la dinámica que tiene aquí», dice De Sagastizábal.

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