El valor del libro – razonamiento de un editor

El valor del libro – razonamiento de un editor

Aharon Quincoces Lorén / razonamientodeuneditor.wordpress.com

En las cifras inquietas de las ventas de libros electrónicos, ora en subida ora en bajada, se haya todo el enigma de lo que sucede: una real indefinición de la situación no ya solo del #ebook sino del libro en general.

El valor del libro – razonamiento de un editor.

Los modelos tradicionales de venta del libro, con la artificial inclusión del libro electrónico en el mundo de las licencias de uso, ha experimentado con otras fórmulas para hallar un definitiva confirmación del libro electrónico como fuente de ingresos para las editoriales y los autores. Así hemos visto como durante unos años se afirmaba, y sigue estando vigente, el modelo de la gratuidad, temporal en ocasiones, del #ebook. Un modelo que muestra límites evidentes y cuyo uso entre los autores autopublicados, sin herramientas idóneas, puede acabar por ser frustrante cuando no desastroso a la vez que supone una perversión de la ética hacker y la economía del don.

Se han sumado es esta forma de comercialización del #ebook al menos otras dos, una bastante reciente: la inclusión de publicidad en el libro (y llamo la atención sobre el hecho que para definir el fenómeno tenemos que usar la palabra libro, por algo será); la gratuidad total o parcial del libro en cambio de datos personales.

Sobre todos estas dos últimas modalidades de acceso al libro por parte del lector resultan ser, en mi opinión, la muestra más perfecta de la alienación del libro respecto de cualquier afiliación al mundo de la cultura: el libro pasa a ser un vector comercial, ni tan siquiera un objeto en venta, y no un vector cultural.

Es cierto que la inclusión de publicidad en el libro goza de pésima atracción, pero eso no quiere decir que no se intenten evoluciones.

Menos claro es el destino que espera a la “gratuidad en cambio de datos” tal y cómo la plantea John Wickert en un artículo reciente (por aquí ya avanzó ficha en ese sentido, por ejemplo, Dosdoce). La editorial no solo se transforma en el sentido de que abandona cualquier intento de permanecer en el ámbito, bastante poco definido por cierto, de los cultural, para pasar a ser incluso un ente intermediario de datos.

¿Qué reflejo tiene todo esto en el libro, electrónico o no?

A mi juicio, para empezar destituye al libro de cualquier valor simbólico y por tanto lo integra en la esfera del bien comercial privado de cualquier valor que no sea el valor de uso. Se argumentará que el libro se “vende” y es verdad, pero también se ofrece libremente, se regala, en el caso del #ebook no se colocan restricciones geográficas o DRM y en definitiva se conforma (o quizá es oportuno y más justo decir que puede conformarse) diversamente al dar prioridad a lo que contiene por encima del contenedor como forma vendible (o no) en si. No se está lejos de concebir el libro como un instrumento de marketing desprovisto en gran medida de cualquier otro significado y sin otro valor que el uso, si acaso.

Cualquier posibilidad del libro en general y del libro electrónico en particular de vehicular un cambio de este cuadro pasa por demercificar en lo posible el libro, es decir en el grado máximo posible que haga del libro un conjunto vendible y a la vez simbólico. Es evidente que no es fácil, pero durante largo tiempo hemos vivido en ese sistema, así que no es imposible.

La digitalización y el libro electrónico han descompaginado todo el sistema y sus equilibrios, han irrumpido con fuerza los autopublicados, como hace siglo no se veía, pero el resultado final no ofrece forzosamente conclusiones utópicas. La desintermediación ha incluido, hasta el momento, solo los puntos de venta finales mientras ha reforzado las plataformas de intermediarios de vario tipo capaces de influir en modo mayor aún respecto a los viejos distribuidores en las políticas de edición. Hecho al que se suma la menor rentabilidad del libro electrónico respecto al impreso y que explica la tentación de hallar formas que repliquen la rentabilidad inmediata por encima de otras consideraciones. Propuestas como la ejemplificada por John Wickert representan una doble mercificación: del libro como objeto y del lector como mero dato comerciable, todo a expensas de la contribución que el libro puede dar al diseño de otras posibilidades, futuros y presentes divergentes. Y tocará al lector, pero también al escritor y sobre todo al editor elegir que mundo conceptual quiere defender, pero que quede claro que optando por la rentabilidad en forma de dato comerciable el sector editorial debe renunciar a calificarse como sector cultural. Como siempre, es el momento de decidir.

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