Entrevista a José Luis Ponce. Editor de la Editorial Bellaterra. “El sector editorial es muy individualista, pero hay que trabajar en común”

Entrevista a José Luis Ponce. Editor de la Editorial Bellaterra. “El sector editorial es muy individualista, pero hay que trabajar en común”

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José Luis Ponce ha sido durante casi tres décadas editor de Edicions Bellaterra. Charlamos con él sobre el oficio y sus implicaciones políticas

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José Luis Ponce ha sido el editor de Edicions Bellaterra durante 28 años; un sello editorial que se ha significado por jugar un papel muy importante en la expansión de las ciencias sociales y la apertura de nuevos horizontes. Entrevistamos a este veterano editor en el momento en que inicia el camino de jubilación y que ha decidido traspasar sus colecciones principales (a la cabeza está la Serie General Universitaria) a la cooperativa Cultura21 (impulsora de la editorial Tigre de Paper). Charlamos con él sobre la histórica Bellaterra, pero también sobre el oficio de editor, sobre la importancia del libro en la sociedad actual y sobre el necesario compromiso del mundo editorial con los procesos transformadores.

Fuente original: “El sector editorial es muy individualista, pero hay que trabajar en común” – Apuntes de clase.

¿Como empezó el camino de Edicions Bellaterra?

Hacia el año 1973. Feliu Riera era un exiliado republicano que huyó a Francia durante la Guerra Civil y volvió sobre el año 1971-72 a Barcelona y fundó esta editorial. El nombre lo escogió pensando con su pueblo natal, que era Martorell, donde su padre fue alcalde republicano. Y a partir de ahí, como tenía una formación de geólogo, pues creó una editorial pensada hacia las ciencias puras o exactas y publicaba sobre todo libros técnicos.

¿Cómo te vinculaste con la editorial?

Debido a mi formación de electrónico, empecé a trabajar con Bellaterra como corrector de algunos libros técnicos. Hice una fuerte amistad con Feliu Riera y el vínculo fue fortaleciéndose. En el año 1992 él empezó a pensar en jubilarse y no tenía nadie que continuara la editorial porque su hijo no estaba interesado. Él pensó que la mejor persona para continuar la editorial era yo, pues por entonces yo ya había trabajado en varias editoriales y en el periódico El Noticiero Universal como redactor y maquetista, y nos animamos Gloria, mi compañera de viaje, de trabajo y afectiva, y yo.

Al principio estaba especializada en ciencias puras, pero actualmente es una editorial que se significa sobre todo por el campo de las ciencias sociales. ¿Cómo fue este cambio?

Fue algo natural. Veníamos de una juventud lectora muy politizada. La parte tecnológica la fui dejando de lado por el interés mas bien social. Fue importante el empuje no solo del editor sino también de muchos amigos. Detrás de cada proyecto siempre ha habido un amigo con el que hemos planificado la estrategia para publicar un tipo de libros o hacer una colección. No es una acción individual, es una acción colectiva, de gente inquieta por un tipo de temas. El primer libro con el que decidimos abrir la Serie General Universitaria es La caída del imperio del mal, un libro de Aleksandr Zinóviev, que aquí no conocía nadie y que yo conocí accidentalmente.

¿Cómo sucedió que lo publicarais?

Las cosas siempre nos han pasado accidentalmente. La anécdota que da pie a la publicación del libro fue la lectura de una carta del lector en El País. Era de Aleksandr Zinóviev y hablaba de cómo las aspiraciones de la gente que salió de la URSS se habían desvanecido, de cómo la panacea de la Europa democrática había sido todo un mito. Y en la carta contaba que se volvía a Rusia. Cuando la leí, decidí buscar el autor y solo encontré una obra publicada en Francia. Y así publiqué aquel libro, que es una obra que no se ha vendido. Pero es el mejor libro que hemos publicado; por ser el primero de la Serie General Universitaria y porque ideológicamente es el que da las bases a toda esta colección.

La figura del editor, pues, es clave para la apertura de nuevos horizontes.

El editor y los autores somos simplemente intermediarios de la palabra. Y la palabra ¿qué es? La palabra es el sentimiento que fluye y circula por la sociedad, son todas aquellas inquietudes que a nivel social hacen que la gente se mueva, se levante, reaccione y se subleve. Esto lo captan los autores y lo transforman, le dan un hilo conductor y lo plasman en un libro. Y el editor lo que hace es transformarlo comercialmente para que llegue a un sector del público. En esta labor de intermediarios, lo único que hemos estado haciendo estos años Edicions Bellaterra es estar atentos, escuchando qué pedía y qué necesitaba la sociedad, de qué necesitábamos hablar, a qué necesitábamos darle forma y debatir sobre ello. No hemos hecho nada más que eso.

Pero el editor es un intermediario muy poderoso.

El editor tiene mucho poder, igual que lo tiene la prensa o la televisión. Pero lo que hace un editor pequeño tiene una repercusión mínima. El otro día en una charla alguien decía que la sociedad no había ido tan rápida como lo que plantean algunos libros por ejemplo en el tema de la sexualidad. Lo que podemos hacer los colectivos, los grupos, los educadores o los editores pequeños es una cosa muy pequeñita. A veces parece que avancemos, pero luego da la sensación que volvemos hacia atrás en muchas cosas. En los años 70 era central el debate contra la propiedad privada y otros conceptos que ahora están desaparecidos, parece que hemos vuelto hacia atrás. Quizás la fuerza de muchos editores puede hacer cambiar esto junto a otros grupos y colectivos. Pero el editor solo tiene poca capacidad. Hace unos años, cuando se leía más, el libro era un elemento importante dentro de estos movimientos. Yo bajaba a las Ramblas y me compraba algunos libros de bolsillo de Alianza: Bakunin, Engels… podías leer cualquier cosa con una cerveza en el Baviera, o el Hamburgo, y lo cambiabas con el de al lado. Consumíamos muchos libros porque era uno de los pocos elementos que había. Hoy en día tenemos tantos elementos que el libro prácticamente ya no está en el centro. Ha pasado a formar parte de todas estas redes sociales que están por delante. Antes todo el mundo iba con un libro bajo el brazo, la gente se había dado cuenta de que la cultura era necesaria para transformar las sociedades.

A lo largo de los años, con estos cambios en la relación del libro con la sociedad, ¿cómo ha ido cambiando el papel del editor?

Si hablamos de los editores pequeños, que son mis amigos y colegas, lo que ha ido cambiando es que hemos ido tomando mucha más conciencia de nuestra actividad. El editor se ha separado de lo que es producir libros como un elemento económico y hemos ido tomando conciencia de que somos muy importantes aún en este sector y en esta sociedad. Somos unos activistas de la cultura. Estamos siempre pendientes no tanto de la parte de negocio sino de la parte del libro como elemento cultural y transformador de esta sociedad. No nos preocupa mucho si un libro será rentable. Ante un libro, decidimos publicarlo porque consideramos que habla de una realidad social que no puede quedar escondida.

Pero igualmente tienen que salir los números para garantizar la supervivencia de las editoriales.

Sí, pero los números salen siempre. Porque los números dependen de con qué nivel de eficiencia quieres catalogar la editorial. Esto es un trabajo cualquiera donde tú puedes tener un sueldo normal como puede tener cualquier trabajador, y no aspires a nada más. Como yo no he aspirado a nada más, para mi es rentable en términos económicos. El problema es cuando uno se plantea unos grandes números. Quizás eso sería una ruina.

El mundo editorial ha sufrido un proceso de concentración brutal. Pero en los últimos años han aparecido nuevas pequeñas editoriales. ¿Cómo valoras estos cambios?

Es una realidad que el mundo editorial ha cambiado. En los años 60 había muchos editores; te encontrabas un sector editorial muy rico, también había pequeñas editoriales. Entonces hubo un auge muy rápido del consumo de libros y las editoriales se hicieron grandes rápidamente. Y después llegó una concentración muy grande porque las grandes empezaron a comprar los otros sellos editoriales. Estas grandes sí que pusieron en el primer escalafón la rentabilidad y hubo todo un tipo de obras quedaron en el olvido. Esta gran concentración lo que provocó es que se liberaran una serie de autores que a ellos no les interesaban. Y esto hizo brotar un montón de editoriales pequeñas, que han cubierto los vacíos promovidos por esa concentración de los sellos editoriales. Esto ha pasado en todos los países.

En este proceso, ¿qué importancia tiene la creación de redes entre estos pequeños editores?

Es muy importante la colaboración y trabajar en común. Precisamente la única cosa que yo le diría a todos los editores: nunca trabajen solos, trabajen siempre de forma colectiva, agrupados, busquen siempre nexos en común. Normalmente los editores son un sector muy individualista, que no se fían de nadie. Pero yo creo que hay que trabajar en común, hay que compartir todo lo que se pueda, también compartir a los autores sin considerar que son propiedad de un editor, porque compartiendo saldremos beneficiados todos. Y debemos tener proyectos en común: un almacén único, compras de papel conjuntas, promociones de autores…

Otro de los actores clave en el sector editorial son los libreros, que deberían ser los grandes aliados. Pero la relación no ha sido siempre fácil.

No ha sido siempre fácil por lo que decía: el mundo editorial ha sido siempre muy individualista. Hemos estado trabajando de forma aislada y siempre menospreciando al que teníamos detrás de la cadena. El editor iba a la librería como si el librero fuera un empleado suyo. Pero si hay que dar las gracias por algo a la crisis es porque nos ha obligado a repensar el sector del libro. Y ahora los nuevos editores ya piensan desde otra perspectiva: en la cadena del libro es tan importante el escritor como el traductor, el corrector, el tipógrafo, el distribuidor, el librero o el comercial. Todos son importantes por igual. Ahora son empresas diferentes, personas diferentes, pero el proyecto es el mismo: un proyecto transformador. Y el librero también.

Se cerraron muchas librerías, pero también han abierto nuevas, con este espíritu de los editores independientes.

Muchísimas. Claro. En la medida que el editor ha cambiado, el librero también ha nacido en una nueva realidad. Yo me quedo sorprendido del espíritu de riesgo, eso sí que son verdaderos emprendedores. Les ves ilusionados en un proyecto que ya no es únicamente lo que hacen en la caja, está el proyecto cultural que hay detrás. Eso conecta directamente con este mundo editorial que también ha nacido. Es un proceso en el que estamos en transformación. Ahora lo único que nos falta es asaltar los cielos.

¿Y en que debería consistir asaltar los cielos en el mundo editorial?

Debería ser que ese proyecto tuviera un reconocimiento público. Pero estamos representados por unos gremios que no sirven para nada, que son los que reciben las subvenciones y los que tienen el favor de todos los estamentos. Los pequeños editores no tenemos espacio en este tipo de organizaciones, y deberíamos estar ahí reclamando nuestro espacio y que esto se transforme. Asaltar los cielos es asaltar las instituciones y hacer que cambien.

Otra de las preocupaciones del sector los últimos años han sido la plataformas digitales de venta de libros. Tu estás frontalmente en contra de estas plataformas y abogas por la desaparición de empresas como Amazon.

Sí. Y también por la desaparición de Alibabá, que es la plataforma de venta de libros de los chinos y que ya ha llegado aquí.

¿Qué hacemos frente a estos monstruos?

Yo distinguiría varias cosas. Las tecnologías, las redes, el conocimiento… todo esto es necesario. Y eso es fantástico. Por ejemplo, los cambios tecnológicos han permitido abaratar los costes de impresión de los libros o facilitar las formas de comunicar la publicación de un libro. Pero esto no tiene nada que ver con los grandes actores que ahora se han consolidado en la venta y en la distribución en el mundo del libro. No es bueno ni necesario que los libros se vendan desde estos canales porque cuando todo esto sucede, algo se está muriendo. Toda esta venta compulsiva que promueven, se integrará en la cultura y al final se venderá aquello que alguien ha decidido que se tiene que leer. Yo creo que esto va en contra de todo el proyecto mas libertario y libertino de nuestras editoriales. Nosotros tenemos que apostar por la venta en el librero. Lo mejor para mis libros es encontrar un librero que haya leído mi libro y que sepa transmitirlo al interesado. Si esto lo perdemos, yo creo que hemos perdido todos la guerra. Al final, cuando estas plataformas controlen todo el mercado, conseguirán que lo único que nos protege a nosotros, que es el precio fijo del libro, sea libre. Y así las grandes superficies venderán libros, que podrán ofrecer con más descuentos. Y el librero pequeño, desaparecerá. Yo no quiero esa sociedad.

¿Y cómo le plantamos cara a Amazon y a estas plataformas?

La forma de plantarles cara es trabajar mucho mas directamente con las librerías y aliándonos. Hay que buscar estrategias para combatir contra ellos. Por ejemplo, en el mundo editorial no hemos sido capaces de negociar a nivel colectivo con Correos unas buenas tarifas ni un buen servicio. Nadie se ha sentado de una forma seria a negociar a nivel colectivo todo este tipo de cosas.

¿Por qué no se han impulsado estas estrategias conjuntas?

El problema es que que estas herramientas para sentarse a hablar de estrategias están en manos los grandes grupos del mundo editorial, del gremio de editores y del gremio de libreros. Por esto es tan importante asaltar estos espacios, como decía antes. No hemos reclamado nunca los derechos como sector, no he visto nunca una huelga del sector editorial ni ninguna manifestación. Nunca hemos ido todos juntos a la Generalitat o al Gobierno español a negociar y a exigir nuestros derechos. Hasta que no hagamos esto, no cambiará nada.

Volvamos a Bellaterra. ¿De qué cosas estás más satisfecho de lo que habéis hecho a lo largo de todos estos años?

De lo que estoy mas orgulloso es de haber conocido tanta gente. El mundo editorial es una buena plataforma para conocer gente, además de aprender. He conocido mucha gente, tengo muy buenos amigos y esto es lo que más me llevo como algo que me ha llenado siempre de satisfacción. Aparte, he publicado grandes autores, gente que yo he considerado muy interesante; no han llegado a ser best-sellers, pero da igual. Con todos los libros que hemos hecho siempre he quedado satisfecho, no puedo decir que haya algún libro que me ha incomodado después. Estaré o no estaré de acuerdo con alguna de las cosas que propone el libro, pero siempre he quedado muy satisfecho. El mundo está lleno de buena gente, y la gente es agradecida. El problema que tenemos es que siempre tenemos muchos prejuicios. Y lo que un editor gana es el conocimiento de tanta gente normal, sencilla y admirable que hay en este mundo. Y publicando libros he aprendido mucho, porque cada vez que publicaba un libro me consideraba una persona más ignorante todavía. Los libros te enseñan pero además te ponen en tu sitio, te demuestran lo ignorante que eres.

Desde la editorial habeis tenido la capacidad de abrir nuevos horizontes desde los márgenes, de haberos avanzado a los tiempos por ejemplo empezando a publicar sobre transexualidad cuando nadie publicaba sobre ello.

Nosotros no tenemos ninguna importancia, nosotros no nos hemos avanzado al tiempo. El tiempo ya estaba ahí, la gente ya estaba ahí hablando de esto. Los editores simplemente somos mediadores de algo que pasa y lo transformamos para que lo lea la gente; no hacemos nada más. Cuando yo publiqué el primer libro, que era una tesis doctoral sobre identidades lésbicas, era un texto que me mandaron, la leí y me interesó. A mi me abría mundos. Y lo publiqué. A partir de ahí, luego vienen otros y me proponen otra cosa y me interesa y lo publico. No he hecho nada más que esto.

Pero sí que has hecho algo relevante: ser un editor con la mente abierta.

Eso sí, estar pendiente. Cuando un editor sale a la calle lo que tiene que hacer es estar pendiente de lo que está pasando. Y hacerlo sin prejuzgar. Las cosas hay que ponerlas en debate y analizar. Me decíais que hemos navegados por los márgenes, sí; es una opción que en un momento determinado yo hice, que fue optar por trabajar este tipo de libros, por caminar desde los márgenes, caminar desde una realidad que quizás es mas cercana a mi. Y una cosa que me preocupaba es la necesidad de cambiar la sociedad. Habrá que luchar mucho para que esta sociedad sea más justa. Y es por esto que abrí la colección de niños. Tengo muy claro que si no cambiamos desde abajo, difícilmente lo cambiamos desde arriba.

¿Por qué has decidido aceptar que sea Tigre de Paper quien tome el relevo de las colecciones de Bellaterra?

Es un relevo natural. Yo no he decidido nada, han sido los libros los que han decidido que donde pueden estar mejor ubicados es con esta gente de Tigre de Paper. Yo estoy de intermediario. Mis libros están tomando partido y diciendo que no pueden ir a Planeta porque en Planeta estarían muertos. Lo que yo no quiero es matarlos, y ellos quieren vivir porque saben que son aún necesarios para un montón de gente. Y la mejor forma de vivir es una editorial como Tigre de Paper. Mi objetivo es que el catálogo continúe funcionando y que esté vivo, y para esto hay que buscar un grupo de personas que tengan esta misma idea, que lo importante sea el proyecto cultural. He conocido varios, pero Tigre de Paper son los que más confianza me han dado como personas y como grupo. Pero no solo para que se queden esta colección, esto es solo el inicio, mi objetivo es terminar traspasándoles toda la editorial.

¿Qué mensaje le enviarías a quien te toma el relevo?

Ninguno. La gente que me toma el relevo está más preparada que yo. Lo único que les deseo es que sigan con el proyecto porque creo que vale la pena. Y recordarles lo que muchas veces he dicho: ser editor es una vocación que impregna y modifica toda tu vida. No aíslas nunca la vida privada de la vida colectiva o la vida en común. Es algo que es vocacional. Y no se puede ser de otra forma, no se puede ser un editor a medias.

El texto original de esta entrevista fue publicado en catalán en Catarsi Magazín.

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