Entrevista a Miguel Riera. Director de El Viejo Topo

Entrevista a Miguel Riera. Director de El Viejo Topo

Por Violeta Garrido / disparamag.com

Hace ahora 40 años que un proyecto emblemático para el pensamiento teórico de la izquierda en el Estado español como es El Viejo Topo saliera a la calle. En todos estos años, la revista con pretensiones de debate entre las diferentes corrientes críticas ha ido cambiando, así como también el panorama político y cultural. Se abrió un sello editorial de nombre homónimo que ha publicado obras clave en ciencias sociales, política, filosofía… y ahora se pone en marcha un proyecto web para hacer extensiva la comunidad a los lectores. Hablamos con su director, Miguel Riera, sobre esta trayectoria histórica y sobre las pretensiones de futuro.

Fuente original:  Dispara con Miguel Riera – El Viejo Topo | Dispara.

Hace ahora 40 años de la publicación de su primer número, ¿cómo nace El Viejo Topo?

El Viejo Topo nace como consecuencia del ambiente que había en ese momento —estoy hablando del año 72, 73, 74…— de lucha contra el franquismo. Yo estaba metido en un tinglado editorial ayudando a un amigo en una revista de rock llamada Vibraciones y la idea surge en un pasillo hablando con un profesor de Filosofía. Y eso fue todo. Buscamos a una persona que cubriera un espacio que ni él ni yo, que teníamos mundos culturales distintos, cubríamos (esta persona fue Claudi Montañà, que venía de la cultura underground) y nos pusimos a hacerla de una manera muy natural. Tengo que subrayar que en aquella época las cosas se hacían así, algo que no he vuelto a ver hasta el 15M. Éramos una generación insensata, que luego nos hemos dado cuenta de que era muy arriesgada a todos los niveles, pero las cosas se hacían con mucha naturalidad, y creo que ha habido unas décadas en que esto no se ha producido en general entre la juventud.

Naturalmente, en aquella época tenías que pedir permiso al Ministerio, si no las imprentas no te imprimían, no podías distribuir. El Ministerio nos estuvo entreteniendo un año y pico sin darnos el permiso y nos condicionó. Cuando al final se aburrieron, porque yo tenía que ir continuamente a Madrid a ver al director general de Medios de Comunicación, dijeron: «Bueno, te damos permiso, pero como nos queréis colar una revista política haciendo ver que es una publicación filosófico-cultural, la vais a tener que poner a 30 pesetas». Con ese precio tuvimos que modificar el formato, porque nosotros queríamos hacer una revista semanal en papel de periódico. A ese precio la teníamos que poner mensual y en colores para justificar el precio.

Yo creo que la revista tuvo mucho impacto porque fue la primera revista político-cultural que se editó con un diseño innovador (para aquel entonces, si la ves ahora ya no…, pero fue una revista chocante a nivel de diseño).

Primer número de la revista El Viejo Topo
PRIMER NÚMERO DE LA REVISTA EL VIEJO TOPO

El presidente Mao fallecía justo cuando los primeros números de El Viejo Topo salían a la calle. Repasar la historia de esta revista es hacer una arqueología de las izquierdas y del pensamiento crítico español y occidental. ¿Qué distinguía a El Viejo Topo de otras revistas coetáneas como Teoría y Práctica, El Cárabo, Nuestra Bandera, etc.? ¿Su publicación presentó problemas en el ámbito de la izquierda?

Naturalmente, fue ampliamente criticado. Incluso dicen —pero, claro, estas cosas nunca sabes hasta qué punto son verdad— que una determinada formación política prohibió la lectura de El Viejo Topo a sus miembros, lo cual fue estupendo porque nos dio una promoción magnífica. Nosotros tuvimos que salir en el segundo o en el tercer número al paso de los comentarios, explicando que no éramos trotskistas ni maoístas…, sino que éramos una mezcla de todas esas cosas y una revista abierta donde lo que nos gustaba era el debate, la discusión y, sobre todo, la duda.

Y, respecto a lo que la diferenciaba de otras revistas, la voluntad de agregar también algún componente cultural, que todavía estaba desdibujado en la sociedad (había algunas publicaciones que lo tocaban, pero por ejemplo el tema de la homosexualidad, no). Había algunos elementos de la vida cotidiana, de recuperar el sentido de la vida, que no estaban en los medios. Ajoblanco —que fue otra revista que en cierto modo fue responsable de que el Ministerio nos bloqueara la salida, porque con la experiencia de Ajoblanco se asustaron— sí tocaba alguno de esos temas, pero desde otra perspectiva.

En la tradición marxista, la figura del viejo topo representa al luchador revolucionario que trabaja incansablemente por el cambio social y que se resiste a creer que la historia tiene un final predeterminado. ¿Por qué esa metáfora como nombre?

Ese nombre a mí me gustó mucho —no al principio, porque para una revista me sonó raro—. Me gustó que utilizara una idea, un concepto que lanza Shakespeare y que recoge Marx. Entonces la idea de la revolución que pasa por Shakespeare era una cosa que a mí me hacía gracia. Tengo que decir que al principio resultó una cosa impresionante, porque cuando sale el primer número, con la inocencia de la juventud, ibas al quiosco y si preguntabas: «¿Tiene El Viejo Topo?», te decían: «No, pero tengo otra revista de perros muy interesante». Es decir, el nombre fue muy sorprendente para todo el mundo, pero se instaló.

En su último libro sobre la cultura de la Transición (El cura y los mandarines), Gregorio Morán dedica un capítulo a explicar cómo El País fue clave ideológicamente para la élites a la hora de orquestar el sistema político posterior a la dictadura. ¿Crees que es cierto? Si es así, ¿crees que a El Viejo Topo le corresponde un lugar contrapuesto en ese sentido?

Previo comentario a Gregorio Morán: Gregorio Morán tiene un error enorme en ese libro, porque dice que el director [de El Viejo Topo] era Francisco Arroyo. Arroyo era una persona que nos dejaba el carnet, porque para dirigir una revista necesitabas que hubiera un periodista que pusiera su nombre en la dirección revista, aunque no ejercía como director. Y Morán, como ha buscado en la revista y ha visto el nombre, se confundía.
Respecto a lo otro, sí, yo creo que en los primerísimos inicios, claro, El País fue un medio socialdemócrata (en aquella época socialdemócrata de izquierda, parecía). El Viejo Topo era una revista con un embrión revolucionario potente: El Viejo Topo estaba por la revolución. La revolución no en el sentido de asaltar el Palacio de invierno, porque la revolución puede ser progresiva, sino por la transformación social. El Paísal principio estaba por aplicar políticas no autárquicas, keynesianas, por el impulso de derechos… Después lo que pasó fue que El País entró en ese mundo que absorbió el PSOE y en el que tanta gente de izquierdas fue devorada, y luego ha ido evolucionando hasta convertirse en un órgano liberal, de defensa de la política neoliberal, y últimamente lo estamos viendo de una manera ya escandalosa.

libros El Viejo Topo

Después de todos estos años, ¿en qué ha cambiado El Viejo Topo?

Ha cambiado muchísimo, claro. Para empezar, tengo que decir una cosa: El Viejo Topo no es una cosa que hemos hecho nosotros, los que hemos estado al frente de El Viejo Topo; lo ha hecho la multitud de personas que han ido cambiando con los años, porque muchos de ellos han empezado muy jóvenes y luego se han hecho nombre y han pasado a otros medios. Ésos son los que han hecho realmente El Viejo Topo, nosotros sólo hemos sido las manos operantes que hemos puesto la energía para poder sacar la revista. Entonces, en la medida en que ha habido un proceso de cambio generacional y un proceso de cambio social, cultural y político brutal, naturalmente que la revista ha cambiado mucho. Pero en el fondo hay una cosa que ha permanecido: el antisectarismo, el mantenerse de una manera abierta, el espíritu de ese embrión revolucionario en el sentido de transformación social progresiva y ese ánimo de no creerse nada definitivamente, sino de aceptar la duda. Creo que eso se ha mantenido igual, aunque naturalmente los tiempos son distintos, los problemas son distintos: ahora estamos en la Unión Europea, tenemos otro tipo de problemas… pero el espíritu creo que sigue siendo el mismo.

La revista publicó en su primera época, entre octubre de 1976 y junio de 1982, 69 números mensuales y 17 extras. ¿Por qué no se ha continuado en etapas posteriores con la edición de número monográficos? 

En la segunda etapa, por incapacidad. En la primera época alrededor de El Viejo Topo había muchísima más gente y se desarrollaban muchísimas más iniciativas, éramos tres codirectores. En la segunda etapa, estaba yo solo y haciendo muchas otras cosas: durante muchísimos años he sido también director de Quimera al mismo tiempo, hemos tenido sellos literarios y de divulgación científica y no he tenido —es culpa mía— esa capacidad. De todas maneras, ojalá pudiéramos ponerlos en marcha otra vez. A mí me parecía muy interesante ese proyecto.

Has mencionado a Quimera, una publicación que también tiene ya 35 años. ¿Cómo surge? ¿Mantiene algún tipo de relación, aunque sea indirecta, con El Viejo Topo

Ahora no, más allá de que la editorial de El Viejo Topo paga las facturas de Quimera, hay una independencia total por parte de las personas de Quimera. Quimera nace fruto de la decepción por la crisis que atravesó El Viejo Topo en el año 80. Se produce un problema interno, incluso con un intento de «golpe de estado» de un sector, que, próximo al PSOE, acaba en El País. Se produce un intento feo que quema a casi todas las personas. Al mismo tiempo yo personalmente tenía la sensación de que los acontecimientos políticos evolucionaban más deprisa de lo que evolucionaba la revista. Y, por otra parte, tenía la sensación de que si en el campo político ya se habían abierto compuertas, en el campo cultural había muchísimo por hacer. Era una época en que había muchísimos autores importantes que no se conocían en España, bien porque la censura no lo había permitido o bien porque habían publicado su obra fuera y los libros no habían circulado. En fin, me pareció que en el territorio literario había un campo para hacer, que era posible tender puentes con América Latina —que ha sido algo que siempre me ha interesado mucho—. Y en el momento en que se produjo esa crisis yo decidí dejar El Viejo Topo y empezar con la revista Quimera. Y luego a través de Quimera empezó el sello Montesinos y se fueron desarrollando otros ámbitos. Pero yo dirigí Quimera dieciocho años, al cabo lo dejé y ya no he vuelto a intervenir en la revista.

Hay más proyectos… ¿Puedes contarnos qué es Piel de Zapa?

Piel de Zapa es un capricho. Es la añoranza por la literatura contemporánea. Es una editorial modesta, que publica poco y cuyo criterio es eminentemente literario. Las editoriales publicamos cosas que incluso muchas veces no nos gustan (se publica por muchas razones), pero en Piel de Zapa yo diría que un porcentaje muy importante de los libros que se publican responden al gusto de su editor; no todos, pero una parte importante, sí.

Actualmente, habéis presentado una web con bastantes novedades. ¿Cuáles son los objetivos y qué pretensiones de futuro tiene El Viejo Topo

En realidad es una trampa en la que hemos caído, porque queríamos hacer algo que tuviera la posibilidad de responder más rápidamente a un determinado acontecimiento político o cultural, porque uno de los problemas que tenemos con una revista en papel de características artesanales es que pensamos a un mes o dos meses vista, y mientras pasan cosas que ya no podemos atender o atendemos mal. Entonces, me engañaron, me dijeron que esto era muy fácil y sencillo, que se podía hacer una página web sin que costase nada (risas) e hicimos un proyecto con la idea de que, a través de esa página web, se crease una comunidad, de agrupar a la gente que se sintiera identificada y de crear un club de lectura, de crear esas secciones y otras que tenemos pensadas para más adelante. Estamos contentos, tenemos muchas visitas a pesar de lo joven que es. ¿Qué propósitos tiene? Inicialmente, lo que te he dicho. Después, como la revista la hace la gente que participa, ya veremos qué derroteros toma y por dónde funciona.

Web El Viejo Topo

Has hablado de los sellos editoriales, ¿crees que la izquierda ha sabido moverse por ese ámbito? 

Ni hablar. Yo creo que los nuestros leen muy poco, tanto que a veces pienso que yo no soy de los nuestros. Creo que la primera derrota que hemos tenido ha sido la cultural, antes que la política. Y cuando digo la cultural no me refiero sólo a leer novelas, sino a lo cultural en el sentido amplio. Hemos perdido esa batalla, hemos perdido la universidad, los niveles de formación han ido descendiendo, todo se ha ido desintegrando en un proceso que empezó con el Partido Socialista y con las chorradas como la movida y todas esas cosas que yo creo que despistaron muchísimo: la idea de una modernidad estúpida que se coló en los ambientes políticos. Yo creo que eso ha sido funesto. Creo que tenemos muchísimas lagunas, que la gente lee muy poco, que lee poco largo, aunque afortunadamente está mucho más informada que antes, porque en eso sí que internet ha sido muy útil. La gente está informada, sabe que en Siria están pasando cosas. Pero hay otro nivel, ese segundo nivel es el que está costando mucho que llegue.

En el panorama editorial o de publicaciones comprometidas en España, ¿se han notado los efectos de la crisis?

Brutalmente. Yo creo que se ha notado en todos los sectores, porque cuando hablo con otras personas del mundo de la edición y comento la caída de ventas que comienza en el año 2007 —en el año 2007 nosotros tuvimos una caída de ventas del 40%, en seco—, me dicen que más o menos las cifras son iguales. Es más difícil que antes, aunque siempre ha sido difícil.

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