Feria del Libro de Sevilla: una historia cincuentenaria

Feria del Libro de Sevilla: una historia cincuentenaria

 Sonia Domínguez / Sevilla, 16 JUN 2016 / http://letrasanfibias.com

Una reconstrucción histórica de la promoción del libro y la lectura en Sevilla pasa por la Feria del Libro, un evento de referencia organizado en sus orígenes desde lo público y que ha contado, a lo largo de los años, con más o menos apoyos institucionales.

Feria del Libro de Sevilla: una historia cincuentenaria – Letras anfibias.

En un momento en el que la lectura ha vuelto al plano político, iniciamos una serie de artículos para contextualizar la situación de quiénes han protagonizado este proceso.

La Feria del Libro de Sevilla, que cumple 50 años en 2017, es nuestra primera protagonista.

POR Sonia Domínguez / Sevilla, 16 JUN 2016

La Feria del Libro de Sevilla es el evento literario más antiguo de la ciudad. En 2017, cumplirá 50 años y 47 ediciones.

Después de algún episodio esporádico previo, fue en abril de 1967 cuando desde el Instituto Nacional del Libro Español, organismo creado en 1939, se facilitó el desembarco en la Plaza Nueva de Sevilla de 41 casetas de librerías, distribuidoras y editoriales que, organizadas con poco tiempo de antelación, sorprendieron a propios y extraños por la aceptación del público.

La facturación alcanzó entonces 3.882.000 de las antiguas pesetas.

Como escribía Antonio Burgos en las páginas de ABC, “en la plaza Nueva todos contemplamos el inusitado éxito de un certamen cultural que hasta parecía tener tradición en Sevilla”.

Pero los problemas no tardaron en surgir y es que la Feria del Libro tiene una historia rica y compleja de contenido y carácter, de objetivos y aspiraciones, de cambios organizativos y de competencias, de búsquedas de emplazamiento y bailes de fechas.

En 1971, se hablaba de la necesidad de traer a la Feria a firmas nacionales que convirtieran esta cita en el verdadero eje cultural de la ciudad y no en gente comprando y vendiendo; sobrevolaba la idea de que pudiese convertirse en Iberoamericana, encuadrándola con exposiciones bibliográficas y documentales; mientras que, en 1976, un grupo de libreros reclamaban mayor libertad organizativa frente al organismo nacional.

Diez años después de su nacimiento, en 1977, había dos versiones de la Feria: una oficial, promovida por el INLE en la plaza Nueva, y la llamada feria paralela, “en la que un mínimo de veintitrés librerías se organizan por su cuenta con actos culturales y canales de comercialización del libro ajenos a la versión oficial”. Así lo relataba ABC, en su artículo del 12 de marzo.

Se trataba de librerías como Pretil, por ejemplo, que aprovechaba el momento de transformación política y social de la Transición para exponer libros e ideas que hasta no hacía mucho habían estado prohibidos. En esta librería se hablaba del movimiento obrero y sindical, estudiantil y juvenil.

Un lugar, un público

A lo largo de su historia, y desde que comenzó su peregrinación a raíz de las excavaciones del metro en Plaza Nueva, este evento ha llegado a conocer hasta siete emplazamientos distintos.

Mientras que en 1980 se celebró en la plaza de San Francisco en el mes de diciembre, “con turrón y por sevillanas”, en 1981 tuvo lugar en octubre, en el pabellón de exposiciones del paseo Alcalde Marqués del Contadero, donde se intentaron dos experimentos fallidos. Dotarla de carácter iberoamericano y convertirla en un certamen del libro andaluz y su comercialización.

En 1987 fue concebida como un “paseo” por los Jardines de Murillo y definida como cien por cien de librerías; una ubicación que satisfacía a los participantes y donde por primera vez se instaló una minibiblioteca y se programaron actividades infantiles. Así lo recuerda Juana Muñoz Choclán, quien formó parte de las comisiones previas a la existencia de la Asociación Feria del Libro y la presidió entre 2009 y 2016.

El impacto de las casetas y el paso del público en los jardines y el entorno del Alcázar obligó a su traslado en 1990 a los bulevares del paseo Isabel la Católica, junto a la plaza de España; un lugar pésimo que agudizó las diferencias de criterio entre las librerías-papelerías y las librerías asociadas al Gremio San Isidoro, que decidieron no participar en varias ediciones.

Ante su ausencia, se llegó a decretar en 1993 el “absoluto fracaso” de la Feria como actividad cultural para la ciudad, de promoción del libro y de participación.

A aquel año pertenecen las palabras pronunciadas por José Luis Rodríguez, de la librería La Roldana, y por Javier López Yáñez, entonces dueño de Repiso y actual director de la FLS, que viajan en el tiempo sin envejecer y que en su momento no obtuvieron respuesta.

Con el propósito de romper la inercia, la pasividad y las formas caducas que han demostrado reiteradamente su escasa efectividad, queremos esbozar una propuesta, no un proyecto acabado, para someterlo a debate y controversia pública. Queremos llenar las plazas y calles de teatro, de música, de poesía, de arte en unas Fiestas (que de eso Sevilla sabe mucho) del libro. Y para eso pedimos la ayuda de todos”.

Ante “la resistencia que encuentra siempre cualquier innovación”, “preferimos el riesgo de intentar algo nuevo que la parálisis y la grisura de lo que vemos hoy en día”.

El siguiente destino fue el Prado de San Sebastián en 1995 cuando el parque ni siquiera estaba finalizado.

La etapa en el Prado coincide con el período de mayor activismo y unión entre las librerías del Gremio. En 1996, acudieron a la Feria pero con un stand de protesta, sin libros, con carteles reivindicativos y con una maqueta sobre cómo sería la feria ideal. Mientras, repartían octavillas entre público y políticos reclamando una Feria del Libro en primavera y en el centro.

Así hablaba entonces Rosa Rojas-Marcos, librera de Yerma. “Esta feria ha dejado de ser una de las tres fundamentales de España para convertirse en insignificante, a la que no quiere venir ningún escritor importante”, como recogía ABC en su artículo del 6 de diciembre.

Después de un año sin Feria en 1997, el objetivo de volver a la plaza se consiguió el 15 de mayo de 1998, cuando las librerías seguían estando fuertemente unidas. En una caseta común, por ejemplo, recibían a los escritores en su encuentro con los lectores.

Pero entonces ya había comenzado otro problema. La competencia organizativa, que años antes había pasado del Ministerio de Cultura a la Junta de Andalucía, quería recaer en el Ayuntamiento de Sevilla. A efectos prácticos, competencia significaba financiación.

Si en 1998 la Junta de Andalucía reducía su asignación de 16 millones a 11, en 1999 aportaba 2, y se iban agudizando los choques entre librerías y administraciones. Aquel año, se retrasó la inauguración de la Feria por estar planeada conjuntamente en la plaza Nueva y en San Francisco, mientras que en esta última se estaban instalando las portadas del Corpus. Las librerías hicieron un cierre simbólico de las casetas ante el paso de la comitiva inaugural, que acompañaba el periodista Iñaki Gabilondo, encargado del Pregón.

En 2000, no hubo ni acuerdo ni fiesta de los libros pero sí en 2001, tras intensas negociaciones.

La Feria regresó a la plaza con 34 casetas y empezaron a darse los pasos que nos conducen hasta la actualidad: la creación de la Asociación Feria del Libro en 2002, el nombramiento de un equipo organizador, que actualmente dirige Javier López Yáñez, y la construcción de un modelo de feria basado en un contenedor de múltiples actividades, con vertiente cultural y comercial.

Entre 2004 y 2010 vivió los mayores años de crecimiento, con la presencia de autores internacionales, como Eduardo Galeano y José Saramago, autores nacionales de renombre y una nutrida representación local, la celebración del encuentro Los futuros del libro, el Premio Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura, la atención a todo tipo de públicos, el programa escolar y el paso de miles de sevillanos por la plaza. (En 2006 aún fue trasladada a la plaza del Triunfo por las obras del metro).

Antes de la crisis, llegó a alcanzar los 350.000 euros de presupuesto en una unión de subvenciones públicas, patrocinadores privados y la participación del propio sector, que no sólo alquila las casetas, sino que promueve muchas de las actividades programadas.

Resulta paradójico leer aquellas intenciones manifestadas en 2010 de crecer internacionalmente en tres pasos: presencia de autores extranjeros, presencia de editoriales internacionales y convertirse en lugar de encuentro de compra-venta de derechos entre editores y autores, centrado en el Mediterráneo y en América. Lo que vino después no fue esta expansión, sino los duros años de crisis económica y restricciones.

Si en 2011 eran 64 casetas y el presupuesto era de 273.159 euros, en 2016 los expositores han sido 39 y el presupuesto rondó los 175 mil euros.

La falta de registros económicos impide analizar el impacto que un evento como este ha tenido para el propio sector a lo largo de los años, y tampoco existen evaluaciones sobre su incidencia en la vida cultural o fomento lector de la ciudadanía, más allá de las cifras de público que se facilitan año a año y de la evidencia de su peso específico en el imaginario colectivo.

Hoy, tras concluir con una recuperación la última edición, afronta un proceso de renovación y modernización necesarias. Además, la Feria del Libro de Sevilla es uno de los miembros de la comisión ejecutiva del Plan Integral de Fomento de la Lectura que está tratando de impulsar el Ayuntamiento de Sevilla.

Cuando el libro sigue buscando su sitio en la cultura sevillana, resuenan, como un eco, aquellas mismas palabras de 1993 que citábamos antes: “Que el libro ocupe por derecho cultural y por necesidad social las plazas y paseos más hermosos y nobles de esta ciudad”.

También las que este año pronunció Rosa Rojas-Marcos, cuando recogió el premio de la FLS y emplazó a las librerías jóvenes que han surgido en Sevilla a que “vayan tomando el relevo, la riendas de la innovación y de los cambios que tanto la Feria del Libro como la vida literaria de nuestra ciudad necesitan. Que vayan más acorde con los cambios que van surgiendo en nuestra sociedad”.

PRÓXIMO ARTÍCULO: Bibliotecas municipales del siglo XXI

Artículos relacionados