Josep Cots: "Necesitamos más ayuda económica y de los medios para ampliar la oferta literaria en

Josep Cots: «Necesitamos más ayuda económica y de los medios para ampliar la oferta literaria en.

ÀLEX TORT / JOSEP MASSOT. La vanguardia. Libros | 24/06/2013 – 00:09h

En abril, una encuesta del Baròmetre de la Comunicació i la Cultura dejó patente la diversificación del lector catalanohablante: consume libros en una proporción parecida entre el catalán (51%) y el castellano (45,8%). En cambio, el lector castellanohablante no es tan bilingüe (o versátil) y consume casi exclusivamente libros en castellano, hasta un 87%. Si bien es verdad que en los últimos seis años el número de lectores de libros en catalán ha aumentado un 15%, todavía existe casi el doble de gente potencialmente lectora en este idioma que no lo hace. ¿Por qué?

Los editores en lengua catalana optan a menudo por sacar a la calle sus apuestas literarias junto con las de la lengua castellana. Efectivamente, la situación ideal es salir al mercado al mismo tiempo, aprovechando el impacto mediático promovido por las editoriales castellanas. Si ha salido con anterioridad en castellano, cualquier novela, obra poética o ensayo en catalán está muerto. Sus ventas serán inferiores porqué el lector interesado en el autor ya lo habrá consumido en castellano. ¿Y qué sucede si se publica antes en catalán que en castellano? En tal caso nos hallamos ante editores arriesgados y valientes.

Son pocos los atrevidos. Uno de ellos, Aniol Rafel. Resucitó a Foster Wallace al publicar por primera vez en catalán una novela suya, L’escombra del sistema, pero su impacto se diluyó al aparecer dos semanas antes la edición castellana. Rafel también apostó por Un viatge a l’Índia, la primera novela de Gonçalo Tavares en catalán y, esta vez sí, antes de hacerlo Seix Barral en castellano. Igualmente sucede con la recientemente estrenada novela Com fer-se fastigosament ric a l’Àsia emergent, del paquistaní MohsinTamid.

Otro editor valiente: Josep Cots, de Edicions de 1984. Lleva tiempo preocupándose por sacar a la luz autores u obras todavía no traducidas al catalán. Así, cuando Alfred Döblin casi había quedado en el olvido, Cots lo rescató con la edición de Berlin Alexanderplatz. Hace poco se la jugó con la monumental novela Llop entre llops, excitante retrato de Hans Fallada sobre los tiempos de la República de Weimar. Dos años atrás publicó la Poesía completa de Anna Ajmátova. Hace escasamente dos meses ha publicado la obra esencial del poeta Joseph Brodsky. Y este mismo año Plens de vida de John Fante también forma parte de su catálogo.

Son relatos que no habían salido anteriormente a la calle en catalán. Son apuestas arriesgadas, ya que la competencia de las editoriales castellanas es enorme y atraen a los lectores catalanohablantes. “Necesitamos ampliar la oferta para atraparlos”, comenta Cots. ¿Pero cómo?

¿Por qué el catalanohablante consume tanto libros en catalán como en castellano?
El público potencial en catalán es el doble de lo que efectivamente lee. El catalán tiene más o menos un millón de lectores que realmente compran libros, pero podrían llegar a ser poco más dos millones. No doblamos por varios factores: la rutina de las personas mayores, por razones ambientales o de origen familiar y, sobre todo, por todos aquellos lectores que se han acostumbrado a leer en castellano debido a la oferta.

Paso a paso… ¿Rutina de las personas mayores?
Durante muchos años en Catalunya se nos ha privado del uso de nuestra lengua, eso es evidente. Las personas mayores, pues, han adquirido el hábito de leer en castellano, es normal.

¿Y qué entiende usted por razones de origen familiar?
Muchos lectores catalanes tienen ascendientes castellanos o hablan castellano en casa, así que es lógico también que escojan libros en castellano, se sienten más cómodos.

La última razón es la inferioridad de la oferta catalana respecto a la castellana. ¿Cómo se puede mejorar?
No hay una oferta potente en catalán porque los costes de una traducción impiden, no sólo que se generen beneficios, sino que ni siquiera se amorticen. La Administración, y en concreto, la Institució de les Lletres Catalanes, es clave para revertir esta situación. Un cálculo hecho por la junta de la Associació Catalana d’Editors dice que el 65% del coste de una traducción se queda a la intemperie y lo asume el editor, es decir, no se amortiza. La aportación de la ILC es una miseria: en 2012 fue de 50.000 euros repartidos entre diferentes traducciones, de los cuales una parte, unos 15.000 euros, se pagan al año siguiente. Hace falta una mayor aportación. Para que se haga una idea: únicamente lo que hay que pagar al traductor por un libro nada pretencioso puede ser de unos 5.000 euros… Los 35.000 euros que se pagaron el año pasado son una burla.

¿Qué costes hay que añadir?
Si el libro tiene unas 400 páginas la corrección ya son unos 1000 euros. La producción, unos 2000 euros, Hay que contar también con los derechos de autor, que se pagan según el número de libros que vendes; gastos estructurales propios de la editorial: alquiler del local, sueldos de los empleados; diseño de la portada. En total puede costar entre 10.000 ó 11000 euros.

¿Puede una traducción en catalán triunfar si sale antes que la castellana?
Somos una sociedad bilingüe, pero el castellano recibe mucho más apoyo mediático: televisiones, radios, prensa. ¡Hoy en día difícilmente encontramos en alguno de los grandes diarios, La Vanguardia, El Periódico o El País, una reseña de un libro traducido sólo al catalán! Por muy bueno que sea el autor, si no sale acompañado de su publicación en castellano no aparecerá en los medios. Llop entre llops, un libro que editamos el año pasado de 1200 páginas, una obra maestra, en castellano no existe. ¿Cuál ha sido el apoyo mediático? Prácticamente nulo en los medios. ¡Y eso que tuvo un éxito brutal en Estados Unidos! Salir al mismo tiempo que en castellano ayuda, porque el diario mencionará la edición catalana, ni que sea de paso. Si no sales al mismo tiempo que la edición castellana te la juegas, ya que informativamente no llegas al lector. El catalán es un mercado cautivo, subsidiario. Un libro que sale en La Vanguardia se vende. El gran lector de libros lo es también de diarios.

¿Son justos los baremos que marcan las ayudas a las traducciones de la ILC?
La puntuación es muy subjetiva. En un principio la ayuda para estas traducciones tenía que ser para obras imprescindibles. Este criterio es erróneo, porque si lo que se pretende es que la gente lea en catalán no puedes pretender que sólo lea las que sean de interés cultural. La gran mayoría de gente no lee precisamente estas obras. Lee las obras que son de su propio interés cultural. Ahora se han modificado un poco los criterios. Por ejemplo, se conceden más puntos si el editor paga bien al traductor, si tiene un interés social, por la trayectoria de la editorial, etc. Pero tampoco son acertados.

De todos modos sorprende que, por ejemplo, la traducción del Premio Goncourt del 2011 no obtuviera subvención…
Posiblemente una obra premiada no necesite ayuda, ya que comercialmente puede tener un acogimiento más favorable. Pero una cultura que no pueda acceder con plenitud a la literatura universal en su propia lengua está condenada al empobrecimiento crónico. No todo el mundo puede acceder a la literatura en la lengua original en que se escribe.

¿Cómo ha afectado la crisis económica en la venta de libros?
La crisis tiene un lado positivo: ha dejado al descubierto sin paliativos la debilidad del mercado en lengua catalana. Es un problema sobrevenido que ha hecho que algunas editoriales abandonen las traducciones por el coste añadido con respecto al de autores que escriben directamente en catalán. Ahora bien, que sea catalán no garantiza nada porque si editas un autor que no conoce nadie seguramente fracasarás. Se pueden escoger autores en catalanes, hay mucha gente que escribe, pero no se puede apostar por todos ellos de manera indiscriminada. El público, por suerte, es inteligente y sabe qué es bueno y qué no.

Más dinero, más resonancia mediática…
Hay unos 3,5 millones de lectores en Catalunya. Unos 2,5 millones lo hacen en castellano; 1 millón y pico en catalán. De estos 2,5 millones 1 millón son catalanohablantes. Esto se podría mejorar si hubiera una oferta adecuada. El exconseller Tresserras decía que la gente no consume cine en catalán porque no existe el hábito. Bien, si aumentamos la oferta quizá conseguiríamos cambiar el hábito, se lo aseguro.

 

 

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