La Espresso Book Machine… no es una cafetera | El blog de Guillermo Schavelzon

La Espresso Book Machine… no es una cafetera | El blog de Guillermo Schavelzon

La Espresso Book Machine… no es una cafetera | El blog de Guillermo Schavelzon.

Es una máquina de hacer libros de a uno y en el momento, que producirá un gran cambio en la actividad editorial.

“Libros impresos en el punto de venta en minutos, para llevárselos inmediatamente o ser enviados”

maquina de hacer libros

 La Espresso Book Machine se presentó como la gran atracción del reciente Salón del Libro de París, instalada para que el público pueda ir familiarizándose con ella, en los stands de dos editoriales de prestigio, Presses Universitaires de France, y grupo La Martiniere (que incluye entre otros a Seuil, Métailié, L’Olivie).

Estas máquinas que imprimen y encuadernan en el momento casi cualquier libro existente en el mundo, están ya funcionando en librerías de Londres y Nueva York, y cada vez en más librerías de campus en universidades de Estados Unidos.

Se trata de un aparato todavía un poco más grande que las antiguas fotocopiadoras, conectado por internet a un servicio centralizado de almacenamiento y búsqueda de datos. Un cliente solicita un libro, la máquina lo ubica, imprime el interior en un papel y la portada en otro, lo encuaderna, y diez minutos después por el orificio de salida expulsa el libro terminado. Un libro de buena calidad (los he visto) de 220 páginas, demora 7 minutos. “Los libreros de Nueva York invitan al cliente a esperar este tiempo tomándose un café” informa Le Monde.

Este sistema de imprimir de a un ejemplar cualquier libro  que un cliente solicita, llamado “Print on demand” (impresión a pedido), fue desarrollado por la empresa Ricoh de Japón hace diez años, y ha ido progresando a medida que disminuía el volumen y el costo de la máquina. Desde hace unos años el Print on demand es una opción que ofrece la librería virtual Amazon.com, para poder cualquier pedido de un libro que no tiene en stock.

Cartel amarillo Print on Demand

Editoriales, agentes y autores hemos firmado últimamente miles de autorizaciones y ampliaciones de contratos para incluir la impresión a pedido,  que como todo nuevo desarrollo tecnológico no existía hasta ahora en las opciones de cesión de derechos del autor al editor. La librería y el autor cobran por cada libro valores lo habitual en el mundo del libro de papel.

¡Qué maravilla, no más libros agotados!

Lo primero que pensé ante este avance tecnológico es que por fin el catálogo histórico de una editorial estará todo disponible, que por fin el “back list” completo de un autor (toda su obra publicada con anterioridad) se podrá conseguir, cosa que desde hace varios años es cada vez más difícil, en cualquier país del mundo. No podemos pedir a las librerías que tengan todos los libros, solo en castellano se publican más de cien mil nuevos cada año.

Por eso crecieron las librerías especializadas, que al dedicarse a un solo tema pueden tener un buen surtido, y adquirieron valor, con la llegada de Internet, las librerías de libros usados, como abbooks.com, de la que soy asiduo cliente, una red informática de origen francés, a través de la que se puede comprar libros usados existentes en más de mil librerías de todo el mundo, a las cuales la página de abbooks redirecciona los pedidos, que serán enviados y cobrados por cada librería, esté donde esté. Con la casi desaparición de los libros que tienen más de un par de años de publicados de las librerías tradicionales, abbooks creció tanto, que Amazon ya la compró.

Lo que los lectores pedíamos a los libreros tradicionales, era que el título que no tenían nos lo consiguieran rápido. Hoy es una exigencia que pocos pueden cumplir, y me temo que los que dan este servicio lo estén haciendo a pérdida.

La nueva máquina tiene un nombre no casualmente italiano: Espresso Book Machine, en evidente alusión al café rápido que te tomas en diez minutos ¡Diez minutos!  A mí también me recuerda a Nespresso, la máquina con cápsulas que en pocos años modificó totalmente el negocio del café. Nestlé, su propietario, multiplicó varias veces su valor en bolsa, gracias a que logró que los productores de café cobren mucho menos, y los consumidores paguen mucho más.

Miren la foto de esta librería, que anuncia el servicio en una marquesina especial. Es una librería, con las paredes cubiertas de libros en las estanterías. Lo primero que se me ocurrió al verla fue: las tintorerías ¿venderían quitamanchas?

Libreria con cartel de Espresso Book Machine

La eficiencia del servicio de la Espresso Book Machine es de verdad impactante,  el precio del libro no varía y la calidad es buena. Yo he visto algunos y me parecieron bien impresos, la portada exactamente igual, y solo se nota que es un ejemplar impreso especialmente porque “la maquina” todavía no puede hacer portadas con solapa. Algo que sin duda resolverán.

Mirando más la foto, pensé ¿tendrá sentido que sigan manteniendo esos libros, que tienen que comprar, pagar y esperar a que alguien entre a comprarlos? Quizás cuando se vayan vendiendo ya no los repondrán, así ganan espacio para el café de quienes esperan la impresión de sus libros. Y si todo sigue bien, el espacio que ahora ocupan las estanterías con libros les permitirá, cuando las quiten, poner una segunda e incluso una tercera máquina. Cuando ya se parezca a cualquier tienda de fotocopias ¿seguirá siendo una librería? Por qué no, quizás sea como los manuscritos, que hace años no existen más pero los seguimos llamando igual.

 Yo propongo que los artilugios tecnológicos –dice el filósofo Roberto Casati en El País—, vengan acompañados de un prospecto parecido al de los medicamentos, donde se nos expliquen los peligros que corremos al utilizarlos.

Los editores franceses –según Le Monde- dicen que se trata de la revancha del libro de papel sobre el libro electrónico, los estadounidenses hablan de negocio sustentable, que permite no acabar con los bosques, todos deseos muy políticamente correctos, pero que ocultan la verdad. En Francia el e-book apenas llega al 3% de la venta total de libros, algo similar a España y Alemania. En Estados Unidos, donde llegó rápidamente al 25%, hace casi tres años que se estancó. Ahora pareciera comenzar una nueva tendencia, porque hay estudios de mercado que están descubriendo que los llamados “nativos digitales”, los jóvenes que ya nacieron frente a la pantalla, están prefiriendo leer libros en papel.

El filósofo Casati menciona un estudio desarrollado en grandes universidades estadounidenses que demuestra que más del 90% de los alumnos prefieren estudiar con libros en papel.  Las librerías de campus, como se llaman en Estados Unidos a las que funcionan dentro de una universidad, tienen que haber sido las primeras en notarlo, y por eso están instalando la Espresso Book Machine.

Nunca me pareció que el e-book fuera un peligro para el libro de papel, pero esta máquina, y sus efectos secundarios, me pone a dudar del futuro de la industria editorial.

Eliminemos “la incertidumbre de la venta”

Detrás de los elogios de los franceses, se percibe la formación profesional de muchos de los nuevos gestores del mundo de la edición. El máximo directivo de una compañía de reaseguros e inversiones, propietaria de la tradicional Presses Universitaires de France, dijo que con la impresión inmediata a pedido, las economías de escala van a desaparecer.  Y el director general de la editorial agregó: con la impresión a pedido un título se hace mucho más fácilmente rentable, ya que un libro fabricado equivale a un libro vendido. La incertidumbre sobre la venta desaparece.

Hace unos años leí un estudio que detectó que dos tercios de las personas que entran a una librería no tienen decidido qué comprar. Por eso se suele decir que el libro es un negocio de oferta, no de demanda: los libros tienen que estar ahí. Los diseñadores se desesperan por hacer portadas atractivas, los editores por hacer mejores textos de contratapa, las editoriales imprimen y distribuyen varios miles de ejemplares de cada título, todo para que algunos de esos lectores indecisos decidan comprarlo.

Si las librerías son reemplazas por locales de Espresso Book Machine ¿cómo podremos hacer para que los lectores indecisos decidan qué comprar para leer o regalar? La gran pregunta es: ¿será posible transformar un negocio de oferta en uno de demanda?

Librería El Ateneo, la más grande de Buenos Aires

Una nueva concepción de la industria editorial

El trabajo del editor seguirá siendo, como siempre, bastante similar: saber elegir y garantizar calidad, única forma de construir valor en un sello editorial. Pero será muy diferente para la empresa editorial. Se editará pero no se publicará como hasta ahora. Solo se imprimirán unos pocos ejemplares para el autor, alguno más para los críticos que prefieran seguir leyendo en papel, y cambiará totalmente el negocio editorial.

Habrá que  seguir invirtiendo en edición: adquisición de derechos, traducción, revisión, diseño, pero lo que hoy representa el mayor costo de una editorial, que es el industrial (papel, impresión y encuadernación), el almacenaje, la comercialización y la logística de distribución, podrán minimizarse o incluso desaparecer. Una editorial quedaría reducida a lo esencial: un catálogo de autores y obras, y un buen sistema informático. Una gran editorial no empleará más que a una docena de profesionales. Como dicen los expertos: un paso más hacia la sociedad sin trabajo ¡Y esta posibilidad es un ejercicio que merece la pena pensar!

El avance tecnológico no es algo que se pueda detener, como tampoco se puede pensar si es bueno o malo, ya que es una realidad avasalladora a la que no se puede escapar. Lo veo en mi práctica cotidiana, amante y defensor de las librerías como soy, consciente de su función y necesidad, no puedo dejar de comprar algún libro a Amazon, porque no encuentro otra forma de obtenerlo.

No me opongo al formato digital –sigue Roberto Casati—, que utilizo a diario como profesor y en mi vida personal. A lo que me enfrento es al colonialismo digital, esa ideología que propugna una migración integral y determina que la totalidad de nuestra existencia tiene que transcurrir en el entorno digital. Mi opinión es que debemos ser precavidos, y distinguir la transición buena de la mala.

Todo esto…. ¡da miedo! ¿no?

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