LA SOCIEDAD SECRETA del Libro | Patrulla de salvación

LA SOCIEDAD SECRETA del Libro | Patrulla de salvación.

Con un título engañabobos (“La cara oculta del libro” ¡¡TACHAN!!) se queja Manuel Gil, en su blog (Antinomias Libro, aqui), de:

1.- que dentro del mundo del libro hay miedo a opinar.

2.- que hay poco interés por los libros sobre el sector.

Al comienzo de su “post” da como posible razón lo que un “pequeño editor” le ha dicho varias veces: “el sector nunca hizo una transición democrática”.

La verdad es que esa frase no es de ningún “pequeño editor”, sino del propio Manuel Gil. Lo que ocurre es que él, como denuncia que le ocurre a los actores del mundo literario, es el primero que tiene miedo.

Manuel Gil es director comercial de la editorial Siruela (y ahora también de Alevosía, nuestra favorita) y no está el patio como para contar la verdad y solo la verdad.

Pero no se preocupen porque aquí estamos nosotras, la Patrulla de Salvación,  para coger el testigo de Manuel Gil donde lo dejó caer –casi al principio de la carrera- y llevarlo hasta la meta.

El sector editorial no ha hecho la transición –cierto-, ni le interesa hacerla. En esta industria se ha ganado mucho dinero (años 70 y 80) y se confía en que en un futuro cercano se vuelvan a reflejar en la última línea  aquellos números tan negros y tan redondos. El sector del libro, para preservar el negoci, está férreamente gobernado por una oligarquía que cumple todas las características de una casta o sociedad secreta.

La Patrulla de Salvación (Daphne, Samantha, Josephine y la sargento Margaret) después de pasar por las manos del Dr. Frankenstein, prestigioso cirujano plástico.

Gracias a la International Encyclopedia of Secret Societies and Fraternal Orders de Alan Axelrod y a Secret Societies: From the Ancient and Arcane to the Modern and Clandestine de David V. Barrett, me entero de lo que diferencia a una sociedad secreta:

1.- Es un grupo excluyente. Alberto Olmos, Fernández Mallo y Rafael Reig llevan más de diez años intentando entrar y no hay cojones.

2.- Se consideran en posesión de conocimientos secretos. Miren fijamente y durante tres segundos seguidos la cara de Javier Marías. Si piensan que lo que le ocurre es que cree saber cosas que sólo él y el resto de iniciados saben, lo entenderán todo.

3.- Muestran una fuerte inclinación a favorecerse los unos a los otros. ¿Por qué ha comprado el señor Lara –gastando más de lo que realmente vale- Tusquets editores? ¿Capisci? De nada.

4.- En la sociedad secreta se adoctrina sólo a candidatos especialmente escogidos. Lorenzo Silva, aunque lo niegue, es el último que ha comenzado el camino de iniciación. Nuevos tiempos, nuevo perfil de candidato.

5.- El adoctrinamiento conduce a verdades “unique” y ocultas. (He dejado la expresión “unique” porque dice más que la posible traducción al castellano). A Lorenzo Silva ya le han explicado cómo funciona el premio Planeta y la próxima semana le cuentan la compleja fórmula mediante la cual un escritor superventas consigue sacar un libro cada 5 meses (véase Alex Rovira y  Cesar Vidal).

6.- Alcanzar la VERDAD mediante ese adoctrinamiento trae beneficios personales que están fuera del alcance, e incluso de la comprensión, de los no iniciados. ¿Quién entiende la  beatífica cara de felicidad que siempre muestra Ana María Matute? ¿Y el don de la ubicuidad del que indudablemente goza Juan Cruz?

7.- Los problemas que surjan dentro de la sociedad secreta se resuelven dentro de la sociedad secreta. ¿Recuerdan los enjuagues que se intentaron hacer antes de que el escándalo Sabor a hiel (by Ana Rosa Quintana) saltase a los medios de comunicación?

Este funcionamiento –fuertemente controlado por la oligarquía del libro (la cúpula del Imperio del Mal)- genera miedo en los actores del libro, en los engranajes de la cadena, y por eso no se atreven a dar su opinión. Esta es también la razón de que no se favorezca el interés por las cuestiones profesionales y de que los libros sobre edición (por ejemplo los maravillosos volúmenes que publica Trama en su colección Tipos Móviles) no se vendan. Son los miembros de la oligarquía en el poder los que no quieren que se hable de ellos. A Franco nunca le gustaron los libros sobre Franco.

Este estado de cosas genera, como efecto colateral, endogamia. Y la endogamia produce retraso mental.

¿Quieren un ejemplo de endogamia? Miren, sin ir más lejos, los comentaristas del “post” de Manuel Gil (aquí): Bernat Ruiz Domènech (editor), Íñigo Gª Ureta (editor y escritor), Carlos (un editor argentino), Joaquín Rodríguez (de Los futuros del libro)…

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