‘L’Avenç’, historia que arraiga y crece

‘L’Avenç’, historia que arraiga y crece

CARLES GELI / elpais.com/

Los fundadores de 'L’Avenç': Fèlix Manito (izquierda), Carmen Isasa, Leandre Colomer y Ferran Mascarell.
Los fundadores de ‘L’Avenç': Fèlix Manito (izquierda), Carmen Isasa, Leandre Colomer y Ferran Mascarell. L’AVENÇ

Con la presumible tipografía inconfundible de una Olivetti, el folio (sin fechar) encabezado por el epígrafe “Projecte d’una revista d’Història” centra en los dos primeros puntos de sus objetivos “ofrecer una revista de divulgación al amplio público catalán interesado en conocer las raíces históricas de nuestro pueblo, de un interés más allá de lo estrictamente periodístico y de un rigor científico superior al de las que hoy se encuentran en el mercado” y “dotar a los estudiantes de BUP y COU, y principalmente a los estudiantes de Historia, de un instrumento de trabajo para la ordenación de sus estudios y sus investigaciones”. Es el texto fundacional, de marzo de 1975, de la revista L’Avenç,que crearon los aprendices de historiadores Leandre Colomer, Carmen Isasa, Fèlix Manito y Ferran Mascarell y que, tras un número 0 en 1976, cristalizó en el quiosco el 14 de abril de 1977, al módico precio de 150 pesetas. O sea, hace 40 años.

Fuente original: ‘L’Avenç’, historia que arraiga y crece | Cataluña | EL PAÍS.

No eran tan jóvenes como el Jaume Massó i Torrents, de 18 años, que en 1881 creó la modernista revista L’Avens, después editorial, imprenta y librería, pero pocos más tenían los fundadores de los años 70 que tomaron prestada la cabecera, como muestra una fotografía en la exposición dedicada a la publicación que hasta el 14 de enero acoge la biblioteca Jaume Fuster de Barcelona, imagen que se reproduce parcialmente en el número especial que celebra ahora las cuatro décadas. La filosofía fundacional no ha cambiado mucho. “La tentación de abordar temas políticos más ligados a la actualidad existe y no es demandada, pero no queremos correr tanto, queremos ser una revista de reflexión, con una mirada lenta, larga y crítica; la gente va con las luces cortas y nosotros queremos ir con las largas”, resume Josep Maria Muñoz, director de la publicación y, desde 2013, junto a Núria Iceta, socios principales de la misma, en la que entraron en 2004.

Asumen así de alguna manera ese “Amb temps arrela i creix” que rezaba el lema del dibujo que Alexandre de Riquer hiciera para la editorial en 1903 y en el que una mujer cogía el fruto prohibido del árbol del conocimiento, desligándose así de “les cadenes per assolir l’avenç personal”, como rezaba un texto promocional del momento. De todo ello –esa voluntad modernizadora y europeizante, macerada siempre en alta divulgación— hay a lo largo de esas cuatro décadas, como demuestran tanto los reconocimientos que ha ido obteniendo la cabecera (Creu de Sant Jordi en 2002, premio Nacional de Cultura en 2005 o el Ciutat de Barcelona en 2015), como la atención que ha ido mereciendo de los intelectuales de cada momento. “Es importante insistir en la mayor especificidad de la Historia”, hace hincapié Ernest Lluch desde un folio con el membrete de “El ministro de Sanidad y Consumo” del 30 de enero de 1984, donde recomienda también a Mascarell que se hagan eco del recién aparecido libro Una política para la paz, de Helmut Schmidt, a la vez que añade un cheque “por si queda ampliación de capital disponible. Si no, lo rompes. Ahora mismo, no me va bien, pero así ya lo tengo comprometido”.

Casi en el ecuador de estas cuatro décadas, la llegada a la dirección editorial y empresarial de L’Avenç del tándem Muñoz-Iceta amplió y posteriormente inclinó la revista de lo histórico a lo cultural y literario, proceso que se expandió con la creación de un sello editorial propio, Els Llibres de l’Avenç, aprovechando el paraguas de la asociación de la revista con el grupo RBA (2006-2012). Se acercaba así, circularmente, de nuevo a los orígenes de la cabecera, a la que en 1891 Massó, con un Ramon Casas de apenas 25 años, añadió una editorial que entre 1903 y 1915 publicó los 151 volúmenes de la Biblioteca Popular L’Avenç, una de las más felices colecciones de bolsillo en catalán. Desde su primer título en 2007, son 79 los aparecidos a partir de dos grandes ejes: el del ensayo (historia contemporánea de Cataluña desde la Guerra Civil hasta la Transición, con premios como los Ciutat de Barcelona por Catalunya al mirall de la immigració, de Andreu Domingo, o Barri, veïns i democràcia, de Marc Andreu) y el de la narrativa. Ésta, sin embargo, marcada por tres ejes: la recuperación de clásicos catalanes (con especial atención a Santiago Rusiñol) y de autores del XIX y del XX (Balzac, Joseph Roth, Perec…) y, especialmente, el de la denominada literatura del yo (con memorias y textos autobiográficos de Conrad, Strindberg, Kafka…).

Portada del número especial de 'L'Avenç'.
Portada del número especial de ‘L’Avenç’.

En ese último anaquel se sitúan también volúmenes salidos de la colaboración en la revista de periodistas y escritores como Emili Manzano o Jordi Puntí. “Incentivamos artículos y series que den pie a posteriores libros, en un ejercicio que aquí no se hace en ningún otro lugar; jugamos con la ficción, la no ficción y el reportaje literario porque tenemos voluntad de fomentar creación literaria y ser un medio prescriptivo”, fija Muñoz. La programación del primer trimestre de 2018 es fiel reflejo de todo ello: fruto de artículos publicados en 2016 aparecerá el libro Els barcelonins, de Adrià Pujol, se recuperará la novela Les closes, de Maria Àngels Anglada, y se publicará, en una traducción inédita en catalán, el Diari de Katherine Mansfield.

Un paseo por la sutilmente liofilizada exposición, comisariada por Joaquim Noguero, permite también cerciorarse de dos de las grandes marcas de la casa: las entrevistas en profundidad (sobresalen las realizadas a Jordi Castellanos, Anna Cabré, Pasqual Maragall o Sergi Pàmies) y la recepción de una historiografía catalana autocrítica, “una mirada con una seria voluntad de explicarse a uno mismo”, como dice Muñoz y que puede observarse a través de la reproducción de portadas de algunos números emblemáticos, diseñadas por grandes artistas. Son los casos, entre otros, del número de julio de 1986 dedicado a los 50 años del PSUC (Josep Guinovart), el de diciembre de 2007 sobre la cultura catalana actual (con Tàpies) o el de enero de 2002, que versa sobre literatura y Guerra Civil, con una composición de Joan Brossa de una pequeña silla de mimbre (de las de sentarse al lado del fuego) con un casco republicano y que se reproduce físicamente en la sala. De Brossa es también la cubierta del de febrero de 1996, el 200, con Pierre Vilar, Jordi Pujol, Josep Fontana y Henry Kamen como articulistas de postín, y en donde el cantón del escudo de España correspondiente al antiguo Reino de Aragón está desgajado del resto. El tema: las relaciones Cataluña-España.

Ese eje reflexivo, abordado desde distintas perspectivas, se ha convertido en la particular manera que tiene L’Avenç de celebrar cada uno de sus números especiales. En el de los 40 años (el 441), la portada es el perfil de España conformado con tazas de café (el famoso “café para todos” autonómico), que en el caso de Cataluña están rotas. La reflexión de ese encaje Cataluña-España viene dada por una recuperación de los mejores artículos y entrevistas que ha publicado desde 1987 sobre el tema, con una larga charla con Fontana y textos de Pierre Vilar, Eva Serra, Borja de Riquer o Joan B. Culla.

“En definitiva, se trata pues de construir un marco de reflexión, cuanto más amplio mejor, de nuestra historia nacional”, rezaba el texto fundacional mecanografiado de 1975. Corregido y aumentado, ahora “como una forma de diálogo y de descubrir nuevas voces artísticas”, según escribe Puntí en su artículo del último número, por ahí sigue porfiando L’Avenç 40 años después

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