LIBER, un salón del libro que ya no funciona | El blog de Guillermo Schavelzon

LIBER, un salón del libro que ya no funciona | El blog de Guillermo Schavelzon

LIBER, un salón del libro que ya no funciona | El blog de Guillermo Schavelzon.

                                                                    A Pancho Pérez González, in memoriam

En un periodo de auge de las ferias del libro y los festivales literarios, el salón del libro LIBER, antes un tradicional evento profesional del libro en España, transcurrió sin pena ni gloria. Nada más triste de ver que la decadencia, como tristemente describe e ilustra con fotos el blog Antinomias* (abajo el link).

La decadencia de Liber no se puede atribuir a la crisis del libro, basta con mirar las ferias de Frankfurt, Londres, Guadalajara, Buenos Aires, Bogotá, Lima, ferias que cada año siguen creciendo.

La decadencia de Liber se debe a que los motivos por los que fue creado han cambiado, desaparecieron con los cambios en el mundo, y nadie ha intentado modificarlos. Liber es hoy un salón del libro para un mundo pre-Internet.

Nació con un hándicap: la sede variable (un año Madrid, otro Barcelona) pésima solución al conflicto político entre Madrid y Barcelona, incomprensible desde fuera de España. Una feria necesita pertenecer a una ciudad, tener un entorno, una sede fija, solo así logra consolidarse, y con los años toma del nombre de la ciudad que la aloja. Fue pensada hace 33 años por un gran empresario editorial, Francisco Pérez González, presidente de los editores de toda España, y según se decía verdadero estratega de Jesús Polanco, a cuya sombra hizo toda su vida profesional, aunque de cerca se reconocía su brillo propio. El objetivo del Salón era traer libreros y compradores mayoristas de toda América Latina y algunos de Estados Unidos y Francia, para venderles a precio de saldo los sobrantes de stock, las devoluciones que ya entonces eran elevadas en España. Ese es el origen de Liber, que invitaba pagando el viaje y la estadía a 200 y a veces 300 libreros y distribuidores cada año, que se pasaban varios días haciendo grandes pedidos que inundarían las librerías de sus países a precios de derribo en los meses siguientes. Liber garantizaba un excelente negocio para los de ambos lados del Atlántico. Por eso las editoriales aportaban atractivas sumas de dinero a la organización, que tenían un retorno inmediato.

Por eso en Liber los editores nunca estaban, solo asistían la noche de la inauguración, donde después de larguísimos discursos oficiales, en cada stand se servía un generoso coctel. Liber fue siempre una feria atendida por los comerciales. Eran años pre-digitales, se imprimían enormes catálogos, y los libros había que verlos para comprarlos.

Los millones de libros invendidos que ahora se destruyen en España, antes tenían una vuelta más de tuerca, un mercado de segunda vuelta, otra oportunidad, lo suficientemente significativa como para mejorar el cierre del ejercicio.

Desde el comienzo se hacía coincidir la celebración de Liber en la semana anterior a la feria de Frankfurt, de manera de facilitar a muchos libreros, distribuidores y editores que venían de América, la posibilidad de hacer las dos visitas en un solo viaje, con pasaje pagado.

Pasaron los años, y América dejó de ser un mercado de segunda mano donde liquidar stocks sobrantes, para convertirse en un territorio codiciado. Todos los grandes grupos, que en los últimos veinte años crecieron incorporando editoriales, se instalaron con casa propia en cada uno de los países de América, publicando libros locales y reimprimiendo los grandes éxitos internacionales. Tuvieron que generar redes comerciales, modernizar los procedimientos, abrir nuevos puntos de venta, convencer a los supermercados para que vendieran libros, y contratar autores locales, lo que les daba negocio y los legitimaba.

También comenzaron los malabarismos para satisfacer a los grandes best sellers españoles, que reclamaban su porción de éxito en América: Vallejo-Nájera, Gironella, Umbral, González Ledesma, autores que vendían cientos de miles de ejemplares en España, pero cuando llegaban a América los gerentes locales tenían que pagar “claques” para llenar las salas. Así volvían felices a España, y en la casa matriz hablaban maravillas de los gerentes de América.

Las editoriales españolas querían contratar derechos de los libros más vendibles para todos los países de la lengua española, entonces las agencias literarias internacionales comenzaron a exigirles ediciones locales en esos mercados. Enviar libros de saldo a América comenzó a ser un arma de doble filo, se dañaban los canales comerciales que a sus filiales les había costado tanto trabajo controlar para vender más y evitar incobrables, y sobre todo se hacía mucho daño a la marca.

Así las cosas cambiaron, ya no se vendía saldos, y con los cambios se hicieron las cosas bien, ahora en todas las ferias de América hay cola para escuchar a Pérez Reverte, Vila Matas o Ruíz Zafón.

Los sobrantes de stock comenzaron a destruirse, como sigue siendo ahora, y unos cuantos mayoristas que se habían hecho ricos con aquel negocio de comprar barato en España y vender mucho más caro en América, se dieron cuenta que se habían hecho mayores y se retiraron a disfrutar de su patrimonio. Mucha gente del libro los recordamos, siempre andaban muy bien trajeados, con corbatas de Loewe. Eran quienes organizaban las mejores fiestas y agasajaban a todo el mundo con las mejores invitaciones. Por ellos conocí, si no los mejores, por lo menos los más caros y lujosos restaurantes de Madrid y Barcelona.

Ese negocio enorme ya no existe. Tampoco existe la necesidad de viajar para ver y tocar lo que se quiere comprar. Liber, que bajo la pantalla de “orgullo de la industria editorial española” surgió para facilitar aquel negocio, a medida que siguieron pasando los años siguió igual, como si en el mundo nada hubiera cambiado.

*http://antinomiaslibro.wordpress.com/2014/10/06/nanoliber/

 

Artículos relacionados