¿Nos estamos quedando sin librerías?

¿Nos estamos quedando sin librerías?

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Creíamos que una librería histórica no podía echar el cierre. Un negocio que encierra tantísimo saber e inquietud entre sus paredes no puede irse así, sin más. Pero estos últimos cinco años han sido el principio del fin de grandes librerías.

Fuente original: ¿Nos estamos quedando sin librerías?.

En 2016 desapareció de Zaragoza Allué, una centenaria librería que, tras 128 años, no quiso continuar. Tras el cierre de la famosa Librería Católica de Ávila en el posterior 2017 ya todo podía pasar.

Más de 150 años estuvo este establecimiento dedicado en cuerpo y alma a la venta de libros religiosos hasta que el paso del tiempo y la tecnología fagocitó el negocio por completo. Y la epidemia continúa.

Días atrás, la antiquísima librería Moya se desbordaba ante la marea de incrédulos, curiosos y nostálgicos que acudieron una vez más al interior de ese curioso local de libros médicos que olía a maravillosa antigüedad.

Pero ya no acudieron a sus puertas debido a la llamada del saber. No, no; eso habría sido un desatino para estos tiempos que corren en los que la celulosa ya no es de bien mirar. Ha sido el cartel de liquidación por cese de actividad lo que devolvió a esta viejísima hija de Madrid una vida para volver a quitársela. Con crueldad.

Taza y libros

Ya os contamos hace tiempo la historia de la librería Moya que, aún datando de 1862, ha mantenido su ubicación en la madrileña calle de Carretas desde 1915.

En los últimos días, la bisnieta de su fundador, Gema Moya, decidió no tratar más con nosotros, superada por las circunstancias. Apenas atiende al teléfono. “Esta situación nos ha desbordado. Más aún cuando la noticia del cierre se dio a conocer antes de que nosotros quisiéramos decirlo. Es como vivir una pena diaria y nosotros ya no podemos más” se lamenta Gema.

Y es que nadie ha tenido en cuenta el delicado estado de salud de esta gran heroína de la que pocos medios han hablado. Ha sido Gema la que ha estado ahí durante todos estos años, aguantando las derivas de los tiempos modernos, sosteniendo un negocio centenario que no dejaba de ser otro motivo para honrar la memoria de la familia.

Con el cierre de la librería Moya, se nos ha apagado un bastión de gigantes del pensamiento y la ciencia como Ramón y Cajal, o de todos esos grandes profesionales de la salud, en otro tiempo intensos estudiantes, que acudieron a Moya en busca de un manual.

“No hay palabras para describir lo que aquí se queda. Lo único que necesitamos es terminar cuanto antes y descansar” se confiesa una apenada Gema a través del teléfono. Y esas han sido sus últimas palabras. Todo lo demás, ya ha quedado para el recuerdo.

LAS LIBRERÍAS QUE CIERRAN EN GALICIA

Galicia no se ha librado de la guadaña. De hecho, en los últimos cinco años se han cerrado una treintena de librerías en la comunidad.

El descenso de las ventas, la gratuidad de los libros de texto en los colegios y la no adaptación a las nuevas tecnologías para competir con los grandes de la red han hecho mella en las librerías gallegas.

El panorama se presenta desolador para el negocio de toda la vida, aquel en el que hacíamos cola de niños con nuestros padres cada mes de septiembre cuando comenzaba el colegio.

Librería

El año 2018 ha sido uno de los que más ha impactado en el sector de los libreros gallegos. Abrió el año con el cierre de la librería más antigua de Vigo, la librería San José, sucesora de la también desaparecida Librería Cervantes.

Y es que doña Inés decidió echar el cierre al jubilarse porque, además de no tener a quien pasar el testigo, el negocio daba para el día a día y nada más. Un negocio de casi 70 años que no pudo hacer frente a la era digital. Que no pudo encontrar nuevas manos. Que decidió no vivir más.

En 2019 la que ha decidido echar el cierre en Vigo es la librería Andel (Avda das Camelias, 102). Para muchos ha sido un jarro de agua fría ver cómo han anunciado la liquidación de sus fondos con fecha límite 30 de marzo, día en que este pulmón de las letras gallegas expirará y pasará a mejor vida.

Andel ha sido un espacio muy conocido por los amantes de las letras gallegas y portuguesas, ya no sólo por la riqueza de sus fondos sino por la extensa programación cultural que ofrecía en su espacio, incluyendo presentaciones de discos de música gallega o recitales. Ha sido un ejemplo más de cómo la cultura puede morir y quedar condenada al olvido.

Andel

RENOVARSE, MORIR Y ENCONTRARSE CON EL COLMO DE LOS COLMOS

Parece ser que el común denominador ya no sólo se encuentra en el mero hecho de que muchos negocios centenarios se hayan adaptado al avance de las tecnologíasy hayan podido abrir sus tiendas virtuales con objeto de poder competir en nuevos mercados.

Muchas librerías se han adaptado a los nuevos modelos de negocio pero no ha sido suficiente. De hecho, se da la curiosa casualidad de que las últimas generaciones de libreros ya no han sido capaces de convencer a los herederos de que el legado que dejan es rentable.

Por otra parte, la subida de los precios de los alquileres ha puesto al borde del abismo un negocio que parece no parar de agonizar. Los barrios más céntricos, han dejado de ser feudo de los negocios de la industria cultural de toda la vida para dar paso a las grandes cadenas y franquicias que representan la sociedad de consumo en su máxima definición.

La globalización, el resurgimiento de las nuevas generaciones inminentemente digitales desde la cuna y el espectacular avance de la cultura del usar y tirar han hecho el resto.

Libros

En muchas ocasiones la realidad supera la ficción. En el gentrificado barrio madrileño de Lavapiés, saltó a la palestra en enero la noticia de cómo todas las mañanas la fachada de la librería Grant (Miguel Servet, 21) amanecía llena de pintadas. Bajo el lema de “Moríos, modernos”, la desfigurada imagen de la librería se convertía en toda una corriente de opinión pública que apuntaba a un ataque contra un negocio ‘hipster’.

Pero la realidad es otra. La realidad se encuentra en un barrio salpicado por la especulación de la vivienda que, por otra parte, soporta las idas y venidas de los inquilinos de los pisos turísticos. Inquilinos que, en muchas ocasiones, no son precisamente vecinos modelo y que han provocado el hartazgo de los vecinos de toda la vida.

Pero, ¿se encuentra la solución en mancillar la entrada de una librería día tras otro? ¿es esa la imagen que queremos ofrecer al turismo de la ciudad? Con lo difícil que resulta mantenerse a flote en este sector y nosotros mismos tiramos piedras sobre nuestro propio tejado.

Esa no es la imagen del barrio más cool del mundo que pregonaban en las redes el año pasado sobre Lavapiés. O quizás es que no compartimos la misma noción de lo que es cool y lo que no. Quizás es porque algunos aún entendamos la cultura como algo constructivo, sin atractivo alguno en la destrucción. Eso o que nos hemos vuelto locos del todo. Catarsis total. Dejemos las librerías en paz, por favor.

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