Cristalera del nuevo local de Traficantes de Sueños. R. S. MUNDO
Todavía pasa algo desapercibida para los transeúntes de la calle Duque de Alba. El viejo e indultado letrero de comercio castizo, donde se lee ‘El Universal’, provoca equívocos. Es necesario acercarse a las cristaleras, adornadas por el dibujante Miguel Brieva, para descubrir que dentro hay libros. «Al menos ahora tenemos escaparates», dice Blas Garzón, uno de los miembros del colectivo Traficantes de Sueños en su flamante nuevo local.
Está situado a unos pasos de El Rastro y no muy lejos de la plaza de Tirso de Molina en la que hace 20 años instalaban un tenderete cuando todavía eran una librería itinerante.
En cualquier caso, desde hace unos días resulta más fácil encontrarles. «Antes sólo venían los iniciados», dice riendo, aludiendo a su penúltima ubicación, escondida en el barrio de Lavapiés.
Sin embargo, aquel espacio ha sido durante años el refugio favorito de lectores críticos y activistas de los movimientos sociales madrileños. También de los actuales líderes de Podemos. «Sí, son clientes desde hace años», admite Blas Garzón.
La hoy pregonada confluencia política ya se ensayaba allí, en el colectivo Observatorio Metropolitano, que edita con Traficantes de Sueños sus trabajos (muchos de ellos de temática municipalista), se han curtido algunos de los promotores de la candidatura Ganemos Madrid.
Decir que Traficantes de Sueños es algo más que una librería no es un recurso retórico. «Entendemos el libro como una herramienta de transformación individual y colectiva». Y desde su origen, allá por 1995, tras germinar en los centros sociales ‘okupados’.
«La idea del proyecto era buscar materiales para la formación, la discusión y la reflexión en esos movimientos. Existía una industria alternativa en la música, también en el papel con multitud de fanzines, pero algo faltaba en el terreno de la edición, había esa necesidad», relata Blas, una de las 15 personas que integran actualmente un colectivo netamente multidisciplinar.
Traficantes es también editorial (que utiliza siempre con licencia ‘Creative Commons’, que permite la difusión libre de sus publicaciones) y distribuidora, y además mantiene un área de diseño y otra de formación, Nociones Comunes, donde surgen los cursos, seminarios y talleres que desde hace años se celebran en la librería.
«Ahora el reto es potenciar todo lo que suceda aquí, que todo tenga más proyección», añade este editor y activista sobre las posibilidades del nuevo local, estrenado a finales de diciembre y preparado para seguir siendo punto de encuentro. Un espacio más grande, multiplicado en dos plantas y mejor ubicado, pero que mantiene la identidad y el compromiso de un proyecto alternativo.
«No por habernos mudado vamos a poner novelas de Muñoz Molina en el escaparate», precisa. No es lo que buscan los clientes de esta librería especializada en «pensamiento crítico», donde en las estanterías destacan temáticas como Feminismos o Economía social y se pueden encontrar los textos políticos que nunca consiguen entrar en el catálogo de las grandes superficies.
En Traficantes también hay hueco para lecturas más recreativas, menos sesudas, pero lo cierto es que los ‘best-sellers’ no suelen ni siquiera alcanzar su lista de los más vendidos, que ahora encabeza el ensayo ‘Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo’, del británico David Harvey, seguido de cerca por ‘En la orilla’, la última novela del escritor valenciano Rafael Chirbes, con la crisis con telón de fondo y merecedora del último Premio Nacional de Narrativa. Los favoritos de una clientela que también es militante. «Si Traficantes es viable es gracias al entorno. Ahora cuando hemos hecho el traslado, pedimos el apoyo de la gente y lo hemos encontrado. Y eso es gratificante», resume Blas Garzón.
Las librerías son uno de esos preciados espacios que desaparecen día a día, por lo que hay que felicitarse por su crecimiento.
