¿Seguidores o lectores? La gran ilusión de las redes sociales | El blog de Guillermo Schavelzon

¿Seguidores o lectores? La gran ilusión de las redes sociales | El blog de Guillermo Schavelzon

¿Seguidores o lectores? La gran ilusión de las redes sociales | El blog de Guillermo Schavelzon.

Observo, desde hace unos años, una engañosa ilusión que genera las redes sociales. Escritores con miles de seguidores en Twitter, por ejemplo, cuentan sorprendidos que rara vez sus tuits son leídos por más de 30 o 40 personas. La cantidad de seguidores, entonces, parece ser un espejismo, una ilusión que aceptamos porque nos satisface. La mayoría te sigue para que los sigas, haciendo crecer así esa cadena que nos deja muy felices.

Conozco casos de escritores que tienen 25 mil seguidores en Twitter y 150 mil en Facebook, pero cuando publican un libro –del que los seguidores a veces han opinado hasta para elegir la portada—, apenas se venden dos mil ejemplares. Reciben cientos de mensajes diarios de felicitación, muchos diciendo ¿dónde se consigue tu libro? (lo que aparece en la misma página), o no se consigue en ningún lado, mi sobrina lo intenta hace una semana, cuando el libro está en todas las librerías.

Decirle al autor tu libro no se consigue es un clásico, y no alcanzo a comprender por qué es algo tan habitual, incluso cuando no es cierto. Una vez un escritor mexicano estaba tan preocupado después de recibir varios mensajes de este tipo, que desde Barcelona llamé por teléfono a cuatro o cinco librerías importantes de la ciudad de México, para preguntar. En todas el libro estaba.

Los seguidores de los escritores a veces les escriben cada día, ponen muchos megusta, los aman y los admiran, pero no leen los libros que su héroe o heroína publica. Hay una confusión importante entre seguidores y lectores.

Muchos autores hacen el esfuerzo de sostener una relación cotidiana con cientos de seguidores, pensando que cuando publiquen un libro todos se volcarán a comprarlo. Pero no resulta así, y cuesta mucho acepar que entre tantos admiradores haya tan pocos compradores.

Quizás sea parte de la confusión entre el autor y su obra. Pareciera que la gente cada vez quiere saber  más de su ídolo y menos leer lo que escribe, como si los escritores se fueran asimilando a los personajes de la farándula. Miremos cómo han crecido los festivales literarios en todas partes del mundo, en los que puede haber mil personas que pagan una entrada de 10 dólares para escuchar a un escritor, y encantados con lo que han visto y escuchado, a la salida del acto no son más de 20 o 30 los que compran el libro.

A veces creo que muchos de esos fans estarían dispuestos a pagar 10 dólares por hacerse un selfie con el autor, si esto se cobrara, pero no a pagar 6,90 por comprar el libro en edición de bolsillo. Tampoco se trata de que el libro de papel haya sido desplazado por el libro electrónico, ya que en español un libro que vende 3.000 ejemplares en librerías, apenas llega a 50 en formato electrónico. Conozco una escritora que vende más de doscientos mil ejemplares de cada uno de sus libros en librerías, y en formato electrónico apenas llega a cien. Hay muchos ejemplos así, y solo unos pocos al revés.

Algo falla en la relación entre el número de seguidores de un escritor en las redes y el número de lectores de su obra. Creo en la relación de un escritor con sus lectores, sin duda, pero no logro entender por qué de esta manera no funciona. Por momentos, me pregunto si la enorme facilitación de la comunicación entre lector y autor que ofrece Internet, no ha banalizado la calidad  la misma. El objetivo del contacto directo con el autor pareciera ser el hecho mismo de contactarse, no un vehículo para manifestar una opinión, un desacuerdo, exponer ideas o un estado de ánimo producto de la lectura de un texto. Es interesante detenerse en los adjetivos que utilizan los seguidores para hablar de un libro, son casi siempre superficiales, frívolos, superlativos, muy parecidos a los que se usan cuando alguien elogia algún libro que no ha leído.

Recuerdo, cuando no existían las redes sociales ni Internet, que Julio Cortázar dedicaba casi todas las mañanas a responder cartas de sus lectores, que le escribían después de haber leído alguno de sus libros. Cada semana su editorial en París le hacía llegar un paquete de cartas, él las leía y las respondía una por una. Para hacerlo, tenía que poner una hoja de papel en la máquina de escribir, luego hacer un sobre, y una o dos veces a la semana tomar el Metro para ir a la oficina de correos, donde compraba la estampilla para cada destino, y echaba las cartas en el correspondiente buzón.

Una vez lo acompañé, y mientras pegaba cada estampilla le pregunté por qué hacía todo ese esfuerzo. La respuesta fue más o menos así: toda esta gente se tomó el trabajo de leer mi libro, escribirme una carta muchas veces conmovedora, y enviarla por correo a mi editorial sin saber si yo la recibiría. No puedo dejar sin respuesta a alguien que se tomó todo ese trabajo después de leerme, confiándome muchas veces experiencias muy personales. No responderles sería inconcebible para mí.

Teniendo muy presente mis dudas sobre esto de los seguidores en la redes, no puedo dejar de aplicarlo a mí mismo. Pienso en este blog que comencé hace apenas dos meses, y me sorprende ver la cantidad de lectores y los países tan extraños desde donde lo leen. En dos meses hubo 13.000 lectores, según la estadística que WordPress publica en el margen derecho del blog. Si yo hubiera publicado un libro ¿habría llegado a mil ejemplares? Seguramente no. ¿Qué conclusiones puedo obtener?

Veo cuáles son los textos más leídos, en un blog que trata de temas más bien profesionales, lo que implica un público limitado. Me doy cuenta que no hay relación entre lo que le interesa a los lectores y el esfuerzo que me representó cada texto, o la importancia que tiene para mí.

¿Podría pensar –yo que siempre doy vueltas con esta cuestión- que esta es la señal del mercado? No soy un escritor, pero me pregunto ¿cómo le afecta a un autor lo que se supone que es la respuesta del mercado? ¿Influirá en sus proyectos saber qué es lo que más le gusta  a sus lectores? ¿Podrá escapar a estas supuestas preferencias, dejarlas de lado, y seguir su camino sin tenerlo en cuenta? Encontré una respuesta brillante en el blog http://refinerialiteraria.wordpress.com donde Ricardo Baduell habla de su descubrimiento del gran escritor vasco Ramiro Pinilla (acaba de morir), quien después de 50 años de silencio editorial, sin modificar en nada su literatura ni su actitud, volvió a ser el autor de una obra tan leída como admirada.

El mercado existe, solo que una cosa es tenerlo en cuenta, y otra es someterse absolutamente a su demanda.

 

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