Seis problemas del libro y la edición/6: Editoriales independientes, los desafíos para su sostenibilidad

Seis problemas del libro y la edición/6: Editoriales independientes, los desafíos para su sostenibilidad

 Guillermo Schavelzon

“los grandes están llenos de lamentaciones y los pequeños llenos de alegría”.

Este comentario, tan aplicable a la situación actual de la industria editorial, es de un poeta egipcio de hace 4.000 años (citado por Bertolt Brecht en Cinco dificultades para escribir la verdad, 1934).

Fuente original: Seis problemas del libro y la edición/6: Editoriales independientes, los desafíos para su sostenibilidad | El blog de Guillermo Schavelzon.

La gran crisis de los últimos años, que produjo la devastadora caída del 40% de la venta de libros en España, y la inestabilidad política y económica en cada país latinoamericano, ha generado también el mayor número de ricos, obscenamente ricos, de la historia.

En el mundo del libro en español, se produjo la mayor concentración que hayamos conocido: solo dos grupos se reparten más del 70% de las ventas de libros. En Estados Unidos, el mercado más grande del mundo, un solo grupo, que publica con 106 marcas diferentes (que alguna vez fueron 106 editoriales independientes), tiene el 30% del pastel de las ventas, y la mitad de los libros de la lista de best sellers del The New York Times, cuya influencia determina los escaparates de cerca de 8.000 librerías.

Al mismo tiempo, han ido surgiendo, en todos los países de habla española, una cantidad de pequeñas y medianas editoriales independientes, cuya presencia en el mercado y en los medios sigue acrecentándose.  Editoriales que no siguen el modelo que señala la época, más bien que intentan mantenerse alejadas de esos valores que hoy parecen indiscutibles, como el crecimiento sin límite, la masificación de la producción, el lector considerado como un simple consumidor, y la rentabilidad como emblema de su misión. Unos valores que, además, se ocupan de promover como los únicos posibles.

No estoy pensando en una lucha de pobres contra ricos, porque en realidad no hay ninguna lucha entre ellos, simplemente las pequeñas son editoriales que buscan caminos alternativos al mainstream, la tendencia o moda dominante. Algo similar a la gente que paga más para comer alimentos sin pesticidas, pequeños propietarios rurales que ganan mucho menos porque no quieren sembrar semillas transgénicas o lectores para quienes una fajilla que diga “un millón de ejemplares vendidos”, es ya un indicador de poco interés.

Qué se publica

Las consecuencias de los criterios de las corporaciones gigantes en la selección de los contenidos, junto a la presión de un sistema comercial híper exigido, que asfixia rápidamente todo libro que no sea un éxito de ventas, hicieron proliferar estas editoriales pequeñas, que no necesitan ni quieren best sellers, que apuestan por construir catálogos de calidad, que arriesgan con nuevos escritores, que traducen de varias lenguas, y rescatan buenos libros que habían dejado de circular. Libros -a veces desdeñados por los grandes-, cuya presencia, fuera de las librerías de cadena, crece día a día, obteniendo lugares de exhibición privilegiados.

Lo que hemos podido constatar es que nuestros libros cada vez se leen y se compran más. ¿Esto es porque publicamos conforme a lo que “el mercado” quiere? Yo creo que no. Creo que más bien con el tiempo hemos podido forjar una comunidad de lectores que atentan contra esta noción de que “el mercado” dicta lo que las personas quieren y prefieren leer… Diego Rabasa, editor de Sexto Piso, en La Tempestad, México, 30 de junio 2016

Otra manera de publicar

Todas parecieran ser ventajas para las editoriales independientes: la simpatía creciente de lectores y autores, de los críticos y los medios culturales, y de una considerable cantidad de librerías, que exhiben y recomiendan sus libros de manera más destacada que los que publican las grandes corporaciones.

Son editoriales que contratan libros pagando anticipos muy bajos, o sin necesidad de ello. No viajan a las ferias para comprar derechos, ni participan en ningún tipo de subasta, como las grandes. No sólo porque obviamente no podrían competir, sino porque son otros los libros que les interesan.

Sus espacios de exhibición en las ferias del libro les cuestan menos, a veces son invitadas a las ferias internacionales con todo pago, y lo más importante, es que van encontrando lectores de manera llamativamente rápida. Esto quiere decir que no están solas, no predican en el desierto, hay un creciente número de lectores que les otorga un lugar preferencial.

Con estructuras y gastos mínimos, logran que sus ediciones sean rentables vendiendo 500 a 600 ejemplares de un libro, una cifra que no es difícil de alcanzar. Como conocen bien a sus lectores, los tirajes son ajustados, lo que minimiza las devoluciones y los sobrantes de stock, logrando con cada libro un margen muy superior al de las grandes corporaciones.

Las grandes empresas de edición requieren de una alta rentabilidad, por el nivel de gastos e inversión que deben sostener, y porque sus accionistas, a veces anónimos grupos de inversión, lo único que les exigen es rentabilidad. Ningún inversor se preocupa demasiado por saber en qué se invertirá su dinero, solo le importa saber cuánto le va a rendir. Hasta los pequeños ahorristas que ponen el dinero en un banco, pueden -sin saberlo-, estar financiando la producción de misiles o armas químicas.

Las empresas permanecen solo si ganan dinero, y los gestores, en este caso gerentes, comerciales y editores, serán remunerados y premiados por la cifra de beneficios que logren, no por haber descubierto algún gran escritor. En el mundo de las grandes editoriales no se premia la labor cultural, literaria o educativa. La exigencia de rentabilidad es implacable, se cuela, de maneras curiosas, por todas partes, como el aire por los ductos calefacción, y modifica la forma de pensar y el discurso de los editores, que al tener que centrarse en la rentabilidad, dejan libre muchos espacios, obras de venta limitada, apuestas de riesgo que, en caso de funcionar, venderían dos mil ejemplares, cifra de éxito en una editorial pequeña, pero de fracaso en una grande.

Para un escritor que publica por primera vez, si vende mil ejemplares en una editorial pequeña, compartirá con sus editores un clima de éxito. En una editorial grande, no le publicarán su siguiente libro.

Los desafíos y los riesgos

Sin embargo, las editoriales pequeñas, enfrentan muchos riesgos, que no suelen venir de la selección de los libros que publican, ya que conocen bastante bien a sus lectores, justo lo contrario de lo que sucede en los grandes grupos. Los principales riesgos vienen por otras cuestiones:

  1. las dificultades de distribución que hay en los países donde no existe una distribución profesional consolidada, empresas que almacenan los libros, venden a las librerías, gestionan la cobranza, liquidan las ventas y pagan puntualmente al editor, que de esta manera puede trabajar solo y desde su casa. La existencia de distribuidoras eficientes es lo que permite que una editorial que publica diez o veinte libros al año, sea llevada por una sola persona. En los países donde cada editorial debe vender directamente a las librerías, lo tienen más difícil. Aunque sean bien recibidas, muchos se aprovechan de su debilidad para postergarles los pagos. Solo la unión, para distribuir, de un grupo sustantivo de pequeñas editoriales, podría resolver este problema. Sin duda no es fácil, porque casi en ningún país logran hacerlo.
  2. poner todo el saber y la pasión en el catálogo, la elección de títulos a publicar, descuidando la administración y las finanzas. Para un editor la pasión está en buscar y encontrar posibles libros, descuidando una mínima planificación financiera, y el pago puntual a proveedores y autores. Descuidos que ponen en riesgo su futuro.
  3. ser fuertes localmente, pensando globalmente. Ningún país es un mercado suficiente para una editorial. Pensar en términos locales no solo es olvidar que hay muchísimos lectores en otros países que querrían comprar sus libros, sino también es estar más expuesto a los altibajos de las economías locales. Los editores independientes suelen ser gente apegada al libro tradicional, en papel, lo que no es una crítica, pero eso les dificulta pensar globalmente, aunque sepan que están vendiendo muchísimo menos de lo que podrían vender. No todos quieren crecer, ni tienen por qué hacerlo, pero todos quieren sostenerse y poder seguir.

Si pensaran y actuaran globalmente, tendrían acceso, por ejemplo, a adquirir obras de venta en todos los países. Siendo sinceros: hasta las editoriales independientes más consolidadas, con un catálogo de excelencia, tienen muy poca o ninguna presencia fuera de su país.

 Vender libros sólo está mal visto por aquellos que no consiguen hacerlo. Diego Rabasa, editor de Sexto Piso.

Un nuevo modelo de exportación

No es que las editoriales pequeñas no quieran vender a otros países, sino que siguen pensando en el modelo de exportación del siglo pasado: paquetes, cajas, conteiners.

No hay negocio sostenible haciendo exportaciones de libros físicos, como se hacía antes. Este es el gran cambio de hoy. Las nuevas tecnologías digitales permiten hacer ediciones de 50 o de 200 ejemplares, en cualquier lugar, en pocos días, a un costo competitivo y con buena calidad. En mi opinión este es el cambio de mentalidad, algo así como pasar -en cuanto a la exportación-, de un pensamiento analógico a uno digital, aprovechando las nuevas posibilidades, sin necesidad de creer que es lo único que hay.

Lamentablemente es Amazon quien nos lo enseña: cada vez más prefiere acudir al Print on demand, impresión a pedido, de a un ejemplar, para muchos de los libros que le piden, en lugar de almacenar libros de venta lenta.

Fabricar en el país en que se vende

Las editoriales independientes no trabajan con best sellers, que requieren de una enorme cantidad de ejemplares, para montar grandes pilas en los puntos de venta. Al contrario, se trata de una presencia selectiva, en puntos de venta selectivos. No publican para el gran consumo, publican para pocos lectores, que compran en determinadas librerías, y que son suficientes para permitirles seguir.

Para una editorial pequeña, que además no quiera dejar de serlo, la única manera de tener una producción local en cada país, es teniendo partners, esta palabra que designa a un socio, un compañero, un cómplice, alguien que, para estar lo suficientemente comprometido con el catálogo de un editor extranjero, tiene que necesitar y recibir exactamente el mismo servicio.  Acuerdos entre pequeños editores, uno en cada país, donde cada cual atiende al otro de la misma manera que a sí mismo.

No es vía distribuidores/importadores tradicionales como se logrará tener presencia y vender en todo el mercado de la lengua española. No es contratando agentes de prensa, comerciales, o viajando, como esto se puede resolver. Estoy convencido que solo se resuelve siendo lo más fuerte posible en su propio país, para ofrecer a los colegas del exterior el servicio más eficiente y eficaz.

Para eso sirven los viajes, las ferias y sus “salones de negocios”: para encontrar el mejor partner, a quien ofrecer y pedir este intercambio de servicios. Lo que me permite retomar la importancia de contar con una ordenada administración, que mantenga informado al socio, pagarle y cobrarle, con puntualidad y precisión. La simpatía inicial seguramente será por afinidades de catálogo, pero la confianza solo se construirá con la rigurosidad del trabajo.

Pensar globalmente amplía el espectro de libros a publicar, permite el acceso a muchos más títulos, provenientes de muy diversos orígenes, y permite, también, hacer apuestas y asumir los riesgos de error que estas implican. Cada vez más, los autores, las editoriales extranjeras, y muchas agencias literarias, ven con simpatía a las editoriales independientes, porque responden a sus propias apuestas, hacen un trabajo de difusión más a fondo con cada autor y con cada obra, y sus libros se mantienen en las librerías mucho tiempo más.

Vaya paradoja. Mientras las grandes corporaciones, con administraciones sobre dimensionadas, luchan por encontrar compradores para sus libros, las pequeñas los encuentran fácilmente, pero descuidan una administración ordenada.

Fin de la serie “Seis problemas del libro y la edición”

Publicados:

1, La crisis

2, El lector

3, Los prescriptores

4, Las librerías

5, Las redes sociales no venden libros

6, Las editoriales independientes

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