Un paseo literario por Casablanca con poco acento español y mucho versículo religioso

Un paseo literario por Casablanca con poco acento español y mucho versículo religioso

Paula Corroto / el diario.es

En Marruecos hay cuatro millones de hispanohablantes y es el país, después de Brasil, con más Institutos Cervantes. Hasta seis hay en todo el territorio. Sin embargo, la presencia de libros en español es escasa. El año pasado solo se editaron dos, por ocho libros en portugués. Después del árabe el mayor mercado es el francés, como queda constancia en el Salón Internacional del Libro y la Edición que se celebra estos días en Casablanca.

España es el país invitado de honor y desde la Dirección General del Libro, el Instituto Cervantes y Acción Cultural, han hecho lo posible por acercar la literatura española con novelas de autores como Andrés Barba, Sara Mesa, Najat El Hachmi o Isaac Rosa, depositados por todo el pabellón español. Pero es apenas una isla en el desierto entre un mar de lujosos stands dedicados a las letras francesas y traducciones del árabe al francés, como el del Groupe Librarie des Ecoles –una de las cadenas de librerías más grandes de Marruecos-,  además de otros más pequeños con ediciones en árabe.

«Los editores llegan y te dicen que no hay mercado, pero, ¡cómo no lo va a haber si hay cuatro millones de hablantes de español. Además, tenemos la literatura aljamiada, que es la primera literatura en español que hubo», se lamenta Farid Othman Bentria Ramos, gestor cultural que se ha encargado de asesorar a las instituciones culturales españolas para la organización de este evento y que no olvida que también hay autores marroquíes que escriben en español, como Mohamed Bouissef Rekab o Esther Bendahan.

El mayor esfuerzo procede de asociaciones y laboratorios como la Asociación Marroquí de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos que publica, entre otros libros, la obra de María Zambrano en español. Farid Othman, hijo de tangerino y gaditana, reconoce que en esta feria «hemos intentado marcar algún gol», como adornar el pabellón con la estrella de ocho puntas «que remite al reino nazarí» mientras que la marroquí tiene doce puntas, colocar el pabellón español justo al lado del Ministerio de Cultura y Comunicación de Marruecos, y tener un pequeño stand dedicado a libros de América Latina (en su mayoría ensayos políticos). Pero poco más.

Ministerio de Cultura y Comunicación de Marruecos

El diálogo entre la literatura española y la árabe, no obstante, tampoco es muy fluido. Según datos que aporta la Dirección General del Libro, en 2017 se publicaron en España 29 traducciones del árabe al castellano. Entre ellos destaca la obra del egipcio Nayib Mahfuz, editada por Martínez Roca.

En cuanto a traducciones del español al árabe, estas mismas fuentes constatan que en el Index Translationum de la UNESCO no hay datos desde el año 2009, y en el catálogo de la Biblioteca Nacional, que incorpora a su fondo traducciones de obras españolas a otros idiomas, «no hemos encontrado datos significativos». En España se traduce una media de 14.000 libros al año (sin reimpresiones) y más del 50% corresponden al inglés. El árabe continúa siendo muy minoritario.

Impulso a la literatura infantil

Stands dedicados a la literatura infantil en el salón Internacional del Libro de Casablanca

Si algo destaca en este Salón del Libro, por donde pasa una media de 500.000 visitantes cada año, son los stands dedicados a los libros infantiles. Por los pasillos de este pabellón de exposiciones inaugurado en 1949 lo más común es adentrarse en casetas donde hay un enorme colorido y en algunos casos hasta muñecos con forma de payaso. Son libros para enseñar a leer y a que los más pequeños disfruten de la lectura.

En algunos casos en las portadas aparecen adultos –en ciertos libros las mujeres aparecen con el velo, pero en otros no-. Y con un precio muy barato, ya que en muchas ocasiones no superan los tres dírhams (unos treinta céntimos de euro). También es frecuente encontrarse con grupos de escolares y con familias que vienen a hojear y comprar este tipo de libros.

«Son tan baratos porque son los niños los que los compran. Es una medida que se hace para que los niños lean y sepan que el libro está al alcance de su mano», explica Farid Othman, que cuenta la historia de una niña que acudió recientemente con 600 dírhams ahorrados durante todo el año «para poder gastárselos en libros en esta feria».

Las numerosas ediciones de libros para niños forman parte también de una política de fomento de la lectura en un país cuya tasa de analfabetismo está en un 38% en mayores de 15 años, según datos de la UNESCO de 2015, si bien en este informe también se recordaba que entre los de menos de 10 años «es prácticamente inexistente» debido a los avances en escolarización infantil.

La religión, el reverso de la  moneda

Pero, si se sigue avanzando por los pasillos del pabellón, lo que se encuentran son también numerosos libros religiosos. Ediciones que parecen viejos diccionarios o enciclopedias, pero que aluden a literatura religiosa. Una cantidad que, como constata Margarida Castells, «ha aumentado mucho en los últimos años». Esta traductora del árabe conoce bien las ferias de libros de los países árabes. Las ha visitado desde hace décadas y reconoce que hoy en día no tienen nada que ver con  las que había, por ejemplo, en Siria en los años ochenta.

Salón Internacional del Libro de Casablanca

«Entonces te encontrabas con muchos menos títulos religiosos, pero ahora hay muchos en estas ferias y festivales. Y entre ellos te encuentras con otros de lo que yo llamo la ‘sección femenina’, con títulos como Mis primeros años como madre«, comenta indicando cómo la involución en la cuestión religiosa también está marcando lo que se ofrece a los lectores.

Este Salón del Libro es curioso. Parece que habitan mundos diferentes, con una parte en la que Francia despliega todo su poder con su caseta –una de las más bonitas- y la de las librerías llenas de títulos de autores franceses, como los de la colección de La Pléiade de Gallimard, u otros como Miedo, del periodista Bob Woodward, junto a otros no menos espectaculares stands como el del Consejo General del Poder Judicial de Marruecos o el de la Asociación de marroquíes que viven en el extranjero.

Y pocos metros más allá de esta especie de milla de oro de la feria –en la que se encuentra el stand español, decenas de pequeñas casetas de librerías marroquíes con sus libros para niños y las ediciones de títulos religiosos. Incluso entre sus visitantes también se pueden encontrar el contraste.

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