Un primer semestre sombrío para las librerías 

Un primer semestre sombrío para las librerías 

Daniel Gigena / lanacion.com.ar

Para sorpresa de muchos transeúntes, anteayer al atardecer, bajo la llovizna y con una temperatura poco amigable, una fila de clientes esperaba su turno para entrar en la librería Adán Buenosayres, situada en la avenida Corrientes 1671. Su dueño había informado por redes sociales que liquidaría sus libros; en pocos días, la noticia circuló con rapidez y la avenida Corrientes, clásica zona de librerías de la ciudad, se colmó de lectores a la caza de oportunidades a bajo precio. Si bien una golondrina no hace verano, el cierre de Adán Buenosayres despertó la alarma entre colegas. Pocas semanas atrás habían cerrado sus puertas Prometeo, en el barrio de Palermo, y la sucursal de Distal en Caballito. ¿Cómo funcionó el mercado del libro en la ciudad de Buenos Aires durante los primeros meses del año?

Fuente original: Un primer semestre sombrío para las librerías – 11.06.2016 – LA NACION  .

«Esos cierres causaron estupor y preocupación -comenta Ecequiel Leder Kremer, de la librería Hernández (Corrientes 1436)-.El primer semestre de este año fue el peor en 10 años, y vendimos un 15% menos de ejemplares que en 2015.» Leder Kremer señala que, junto con los viajes en taxi, comprar libros es uno de los gustos de los que se priva la población en tiempos de ajuste y que las expectativas de la gente no pueden ser buenas cuando temen recibir facturas de servicios públicos con cifras hiperbólicas. «En mayo la pendiente se suavizó un poco, aunque no dejó de caer respecto del año pasado», añade. Mario Benítez, de Edipo Libros (Santa Fe 2692), señala que, en estos meses, la venta en su local fue floja. Su librería ofrece, además de novedades, libros usados y de saldo. «Esos libros sostuvieron el negocio. Si vendiéramos solamente lo que venden todas las cadenas de librerías, nos habría ido peor», dice. Benítez repite lo que muchos libreros sostienen: el alquiler, que representa el mayor costo de una librería, aumentó al menos el 50% respecto de 2015 y los servicios, no menos de un 400%. «Tratamos de ahorrar electricidad y sólo tengo a un empleado en la librería.» Los encargados de Metacultural, uno de los puestos de libros del parque Rivadavia, coinciden: «El parque está demasiado tranquilo los fines de semana. Hay menos plata en los bolsillos de la gente. Para compensar, nuestra librería sumó un canal de ventas online«.

Débora Yánover, de Norte (Las Heras 2255), cuenta que las ventas de mayo cayeron un 10% respecto de abril de 2016. Y un 20%, comparadas con las de 2015. «Junio viene peor», agrega. «Las personas hojean 10 libros y, con suerte, se llevan uno. Me preocupa porque tengo varios empleados a cargo», dice la propietaria de una de las librerías más prestigiosas de la ciudad de Buenos Aires. Sobre el aumento de costos, Yánover es muy gráfica: «El local tiene una canilla y un inodoro y nos llegó una factura de AySA de 4000 pesos». Norte, como otras librerías porteñas, había crecido a partir de 2004. «Desde entonces incorporamos a cuatro empleados a la librería», dice. Salvador Biedma, de Colastiné Libros (Mendoza 2620), comenta que en mayo «se sintió un clima de fin de mes muy temprano: desde el día 15 las ventas bajaron». Sin embargo, apunta que en San Telmo se abrirá una librería con espacio cultural, así como también otros tres proyectos similares en la ciudad. Los libreros consultados coinciden en que hubo una baja en las ventas, respecto de 2015, de entre el 10 y el 20%.

La industria del libro se retrae

Ése es el mismo porcentaje que varios editores nacionales arriesgan. Carlos de Santos, director de Manantial, confirma que las ventas de sus libros están un 10% abajo. «En parte se explica por las expectativas de la gente y en parte es una cuestión económica», dice. «En la Feria nos fue bien pero ahora cayeron las ventas. Tratamos de diversificar nuestra oferta con libros extranjeros. Las compras del Estado aún no empezaron», comenta. Otro editor, Carlos Pereiro, de Ediciones del Dock, indicó que el año pasado solían vender 10 o 15 ejemplares de cada título (todos de poesía) por mes. Ahora la venta se redujo a tres ejemplares. La crisis es prosaica. Sólo los gerentes de ventas de los grandes grupos comunican buenas noticias: las ventas se mantuvieron, dicen, aunque el caudal de novedades de Planeta y Penguin Random House disminuyó en comparación con años anteriores.

Desde la Cámara del Libro, un informe sobre el estado de la industria editorial durante el primer cuatrimestre de 2016 revela que las editoriales nacionales redujeron sus tiradas. Pero en mayo advierten un dato aún más preocupante: además de la cantidad de ejemplares, el mes pasado se redujo el número de novedades publicadas. Para la CAL, impacta mucho que el Estado haya dejado de comprar libros como lo hacía hasta el año pasado. El Ministerio de Educación aún no ha hecho compras de libros. A partir de la semana próxima, la CAL organizará reuniones con grupos de socios, de editoriales grandes, medianas y pequeñas, para imaginar soluciones ante un panorama que se presume sombrío. En agosto publicarán un informe de coyuntura con esas estrategias.

Las grandes expectativas para el esperado segundo semestre ya fueron atenuadas por los integrantes del gabinete del gobierno nacional. Mientras tanto, libreros, editores y lectores amplían sus estrategias para encontrarse con el libro, bien cultural por excelencia, altamente recomendable para afrontar los tiempos difíciles.

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